Tres orejas y un dedo
El dedo de Espartaco, una fisura según un doctor apellidado Duque, puede haber tenido algo que ver en el agradecimiento que el público mostró a Joselito en forma de dadivosa generosidad a la hora de pedir trofeos. Lo de Espartaco, que aquí nadie creyó, es más que una fisura en un dedo, otra fisura en su carrera. Es curioso que un público tenga tan santa paciencia como para agradecer a una figura el que venga a torear en una feria importante. Y es que entre la muñeca de Mora y el dedo de Espartaco, parece como si las lesiones de este tipo proliferasen a finales de temporada.Para colmo de desdichas, la empresa, con la plaza llena y a precios muy altos, sustituyó a la figura por un torero modesto (al menos de momento), con lo que se ahorró una cantidad más que considerable, mirando, por tanto, más a su negocio que a satisfacer al público.
Bayones / Aranda, Joselito, Luguillano
Cuatro toros de Los Bayones, uno de El Torreón y un sobrero de Javier Molina, desiguales de presentación y juego. Muy nobles 2º y 4º. Raúl Aranda: estocada desprendida (división de opiniones); tres pinchazos y estocada (vuelta al ruedo). Joselito: pinchazo, estocada y descabello (dos orejas); estocada baja (oreja protestada); salió a hombros por la puerta grande. David Luguillano: pinchazo, estocada tendida caída y dos descabellos (aplausos); dos pinchazos, media y dos descabellos (silencio). Plaza de Zaragoza, 11 de octubre. Cuarta corrida de la Feria del Pilar. Lleno.
Dejando aparte la generosidad del público y la presidencia, se ha de decir que Joselito tuvo una buena tarde, sobre todo en su primero, al que toreó relajadísimo con el capote y sin echar el habitual paso atrás. Con la muleta realizó casi toda la faena en los medios, toreando con ambas manos con temple, quietud y embarcando muy bien la noble embestida del de Los Bayones. El colofón de la medida faena fue precioso, con ayudados por bajo flexionando la rodilla, molinete y afarolado. En el quinto no estuvo tan medido, porque insistió en demasía con un toro muy aplomado, pero como más vale pillar a Joselito en una tarde con ganas, como ésta, que en una de sus muchas melancólicas, pues el público lo dio por bien empleado y le obsequió con una oreja.
Raúl Aranda no consiguió sujetar a su primero, único lidiado de los dos anunciados de El Torreón, que el público ovacionó injustamente en el arrastre porque se había resistido a doblar, olvidando lo huido que fue en la muleta. Pero el cuarto fue otro cantar, de una nobleza y una suavidad extraordinarias, y Aranda lo aprovechó a modo, haciéndole una bonita y recia faena, ligando los muletazos y dándolos en toda su extensión, todo en los medios. Quien es capaz de torear así, debería ocupar otro lugar en el escalafón. Faena de dos orejas que malogró con los aceros.
Luguillano, que sustituyó a Espartaco, no encontró el toro que necesita para realizar su toreo barroco y preciosista y la cosa quedó en un quehacer rápido, despegado, agarrotado y perfilero, con la mirada en exceso pendiente del callejón y sin conseguir el acoplamiento con sus poco difíciles oponentes.
Babelia
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