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El expresionismo de Edvard Munch impacta a los franceses

Exposición antológica del pintor noruego en el Museo de Orsay de París

Los cuadros de Edyard Munch siguen poniendo los pelos de punta. Hasta el próximo 29 de diciembre, los parisienses y los visitantes extranjeros tienen ocasión de comprobarlo en el Museo de Orsay a través de un centenar de obras. La exposición Munch y Francia, inaugurada la semana pasada por el presidente François Mitterrand, presenta en paralelo la obra del pintor expresionista noruego y la de algunos de los artistas franceses que le inspiraron.

Nuestro siglo ha sido tanto el de los avances democráticos y científicos como el de las guerras mundiales, la bomba atómica y las pesadillas fascista y comunista. Por eso, uno de los cuadros que lo simboliza es el desgarrador El grito, de Munch. Con él llegaron al arte contemporáneo la melancolía fría y azul de los bosques y los fiordos de Noruega, la tristeza ensangrentada de sus crepúsculos y la desesperación y la angustia en estado puro que acompañaron toda la existencia del pintor.Nacido en 1863, en el seno de una familia muy puritana, Munch vivió desde su más tierna infancia con la desgracia como principal compañera. Su madre murió cuando él tenía cinco años de edad y poco después también perdió a su hermana; el resto de su existencia sería un paseo constante por el alcoholismo y la depresión nerviosa. "Enfermedad , locura y muerte", escribió un día, "son los ángeles que velaron en mi cuna y que me han acompañado durante toda mi vida".

Cuando Munch comenzó a pintar, Noruega era un país sin tradición pictórica. El joven artista tuvo que buscar sus maestros en Alemania y, sobre todo, en Francia, centro entonces del universo plástico mundial. A partir de 1885 Munch visitó París en multiples ocasiones, y en esa ciudad recibió las influencias del impresionismo y el simbolismo. Durante un primer tiempo su trabajo no anduvo lejos de Gauguin, Toulouse-Lautrec y Van Gogh.

La exposición del Museo de Orsay permite constatar las influencias recibidas en Francia por el joven Munch. Pero también revela que las superó muy pronto, para alcanzar la maestría en un modo completamente personal de representar el dolor de vivir. Munch se convirtió en el pionero del expresionismo alemán.

El artista noruego murió el 23 de enero de 1944, habiendo pintado unos 1.400 cuadros. Alemania ya había reconocido su genio; Francia, no. A pesar de que entre 1889 y 1912 siete salones independientes expusieron en París sus obras, Francia ignoró a Munch hasta no hace tanto tiempo. Sólo en 1974 París le consagró una primera exposición retrospectiva. Su aspereza molestaba a una ciudad considerada la capital del placer de vivir.

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