La dama que vuelve

María Jesús Valdés tiene dentro a aquella María Jesús Valdés de hace 34 años: cuando dejó el teatro. Muchas actrices en la historia han dejado una carrera brillante por el matrimonio, al entrar en otra sociedad donde se suponía que no había que ser cómica. Algunas han conseguido volver. María Jesús saca de dentro a aquélla: la cara, la dicción, la seguridad. Seguro que, a solas, ha ensayado. No sé si este mismo papel de La dama del alba: es difícil y más bien malo. En 1946, y en el Buenos Aires lejano, esta conseja moral, sentenciosa, con un lenguaje falsamente rural que el maestrillo republicano daba como poético, donde cada personaje que abre la boca suelta una metáfora, podía crear un éxito. Con el renombre del exilio, el de Casona que irrumpió con fuerza en Madrid cuando la III República iba a disolverse en guerra civil y ruina; y el de la Xirgu. Muchas personas ya eran capaces de ver entonces, por encima de todo, la cursilería de la obra y hasta el conservadurismo de fondo: la mujer que casa a disgusto y tres días después de la boda escapa con otro, vuelve a destiempo: y la misma Muerte -que tal es la dama del alba- la aconseja que se suicide. Que no rompa la vida que los demás han tejido en su ausencia.María Jesús Valdés tiene el personaje de la dama del alba, en el que Casona acumuló todos sus efectos verbales, y le es difícil salir indemne de la travesía, aunque toda su vocación, todo su trabajo y su antigua valía están presentes. No sé si el director de escena hubiera podido dirigir la obra de otra manera: de ésta, se ve que no. Lenta, sin ritmo y con un cuadro vivienteäl final que da un poco de rubor.