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El Senado fílipino rechaza el tratado con Washington

Juan Jesús Aznárez

"Consumatum est", sentenció el senador René Saguisag. Después de ocho horas de patrióticas declaraciones y constantes menciones a un futuro nacional incierto, el Senado de Filipinas rechazó ayer el tratado militar suscrito en 1947 con Estados Unidos. Doce legisladores votaron en contra y 11 a favor de la permanencia norteamericana en el archipiélago. Washington deberá desalojar la base naval de Subic y otros puestos de observación menores si fracasa el empeño de la presidenta, Corazón Aquino, por evitar esta retirada.

La retirada sólo podría anularse mediante un referéndum o a través de la enmienda de la Constitución. En la explanada del Congreso y empapados por la lluvia, 10.000 filipinos con pancartas y charangas, unos llegados de Olongapo para reclamar los empleos generados por los talleres de la VII Flota y otros nacionalistas de izquierdas denunciando la última plantación norteamericana en las islas, siguieron el desarrollo de una sesión pródiga en fraseología funeral y solemnes llamamientos a la responsabilidad histórica.Como se esperaba, el Gobierno no consiguió los dos tercios necesarios para ratificar la renovación de un documento calificado como "abominable" y "servil" por algunos senadores.

Sus partidarios advirtieron, sin embargo, que una nación con cerca de cuatro millones de parados no puede rechazar un contrato que aportará 2.100 millones de dólares anualmente durante una década y otros tantos en programas de colaboración.

Un año para marcharse

Los 8.000 militares norteamericanos destacados en la bahía de Subic disponen de un año para preparar el petate si fracasa la moratoria que prepara el Gobierno. "El tratado está muerto", había declarado el senador Aquilino-Pimentel horas antes de abrirse una reunión que fue televisada en directo a toda la nación. Colgados de una farola, en una esquina de la sede de la Cámara, cartelones con epitafios de grupos antibases celebraban el óbito mientras en el duelo senatorial los amigos del difunto glorificaban sus virtudes y sus contrarios pateaban en la magna capilla ardiente exigiendo la definitiva inhumación.

Varios milagreros con oficio, en Washington y Manila, resoplan desde hace días sobre la mortaja y combinan ungüentos para embellecer el fiambre y, con paciencia, resucitarlo. "¿Se acuerdan de Lázaro? dijo el senador John Osmeña. Los boticarios del palacio de Malacañang y de los laboratorios centrales en la Casa Blanca han preparado para el yerto paciente una medicina eficaz pero costosa: 30 millones de dólares (más 3.000 millones de pesetas) el frasco. Franklin Dilon, secretario ejecutivo de Corazón Aquino, piensa que merece la pena el millonario desembolso necesario para la convocatoria del plebiscito.

"No puedo creer que este país necesite todavía del tratado de amistad, cooperación y seguridad con Estados Unidos en lugar de andar por sí mismo por primera vez en más de 400 años, salir adelante y ser dueño de su propio destino", dijo en su intervención el senador Ponce Enrile, partidario de la salida norteamericana en un plazo de seis meses.

Uno por uno, los 23 senadores defendieron su voto y en las filas gubernamentales se destacó la oportunidad de una consulta nacional. La previsible victoria en el referéndum, cuya convocatoria es criticada como inconstitucional por los 12 senadores opuestos a las bases, permitiría que el tratado fuera discutido en el Senado surgido de las presidenciales de mayo de 1992.

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