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Cine de actor en la culminación de la Mostra de Venecia

ENVIADO ESPECIALAyer finalizaron en el Palazzo del Lido las proyecciones oficiales, con Meeting Venus, dirigido por el húngaro István Szabó y protagonizado por la estadounidense Glenn Close. La simple presencia de esta actriz sujeta al espectador en su butaca ante un filme simplemente correcto. Este fenómeno ha ocurrido en bastantes ocasiones en esta poco satisfactoria Mostra que, pretendiendo ser una exhibición de cine de autor, se ha convertido por ello en un alarde de cine de actor. La sencilla película polaca Detrás del bosque, dirigida por Jan Lomnicki, contribuye también a ello: la veterana actriz Ryszarda Hanin, magnífica aunque un poco sobreactuada, es la dueña y señora de las imágenes.

Meeting Venus es una película bien hecha, como todas las de Szabó. Está filmada en tono menos enfático que sus obras precedentes, pero como ellas se inclina a la suntuosidad y al ornamento excesivo, como es costumbre en este brillante y poco profundo director de películas bien hilvanadas, muy bien realizadas a veces, pero tan ambicioso que lo que encuentra siempre se queda por debajo de lo que busca y su imaginación raramente está a la altura de su pretensión.

Ésta su última película sería poco más que una rutina bien elaborada si dentro de ella no estuviera Glenn Close, que actúa con tanta convicción, que convence e incluso hipnotiza al espectador, clavado en la butaca por obra de la singular belleza de la actriz, una belleza que está en perfecta sintonía con su talento interpretativo, cada vez más depurado. Su creación de una veterana soprano wagneriana, que se enamora perdidamente del joven director de orquesta húngaro que dirige en París una representación de Tanhäuser, es inolvidable.

Si se olvida la cáscara enfática -el wagnerismo y la parábola política de bambalinas adentro entre cantantes, directivos, músicos, atrezzistas y miembros del coro- que es muy fácil de olvidar, lo único que queda de Meeting Venus es una bella y apasionada historia de amor, en la que el dúo entre el actor sueco Niels Arestrup y Glenn Close es lo que importa y, dentro de este dúo, es ella y sólo ella quien lo mantiene vivo, lleno de emoción e incluso de poder de fascinación.

Intérpretes autores

Sin Glenn Close, Meeting Venus sería poca cosa, pero con ella es mucho. Una vez más, en esta Mostra -como hace John Gielgud en Los libros de Próspero, Michel Piccoli en Los equilibristas, el reparto completo en Eduardo II y El rey pescador, la Hanin en Detrás del bosque, Denzel Washington y Sarita Choudry en Mississipi Masala, Donald Sutherland y Vittorio Mezzogiorno en El grito de piedra, Carmen Maura en Chatarra, Gian María Volonté en Una historia simple- el talento del intérprete devora la autoría del director.

La Mostra ha enseñado un curioso y también en ocasiones poderoso experimento del arquitecto catalán Ricardo Bofill, realizado en 1970. Es el último acto de la extinguida escuela de Barcelona, que en los años sesenta animaron Jacinto Esteva, Ricardo Muñoz Suay, Vicente Aranda, Joaquín Jorda y un puñado de gentes del cine, el arte y la literatura que apostaron polémicamente por una tendencia vanguardista frente al realismo que dominaba en el llamado nuevo cine español.

El filme de Bofill, con torpezas de aficionado, tiene una desbordante inventiva y preludia en cierta manera al arquitecto de fama mundial en que se convirtió su autor años después.

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