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48º FESTIVAL DE VENECIA

Scola, Carlo Tognoli y Jack Lang hacen política, mientras Oshima presenta su mediocre autobiografía

El aburrimiento sigue siendo el protagonista de esta, hasta ahora, mediocre Mostra. Turquía presentó una película tristísima y sombría, que no hay manera de entender Italia aportó una monumental cursilería intelectualista, que ha costado nada más que 500 millones de pesetas, y la esperadísima autobiografía de Nagisa Oshima fue recibida en medio de un silencio incrédulo: ¿cómo se las arregla tan profundo cineasta para realizar una obra tan superficial? Se ve y no se cree: el creador de la arriesgadísima El imperio de los sentidos no arriesga aquí ni una idea, ni un solo sentimiento turbador.Mientras tanto, a falta de cine, los políticos han desembarcado en el Lido. Scola, Lang, Tognoli y, desde Deauville, el capo del cine de Hollywood Jack Valenti, hacen su consabido cóctel de negocio y arte, pronunciada esta última palabra con todas las cautelas posibles.

Ettore Scola, al frente de una delegación del ex comunista PDS, o Partido Democrático de Izquierda, ofreció ayer sin escatimar tintas negras sobre la situación del cine italiano, una plataforma de debate: la convocatoria de una convención nacional italiana sobre el cine.

El ministro italiano del Espectáculo, Carlo Tognoli, impulsor de algunas reformas en la producción del cine europeo, ha dicho que habrá que construir un nuevo Palazzo del Lido. Una hermosa promesa, que viene haciéndose ministro tras ministro, cada septiembre en Venecia.

Ágil y con los pies en la tierra, como de costumbre, el ministro francés de Cultura, Jack Lang, ha llegado para intentar acuerdos prácticos con Tognoli, como crear una agencia de coproducción cinematográfica italo-francesa, destinada a hacer fluido el creciente sistema de producción paneuropea, en el que hasta ahora es Francia quien lleva la batuta.

Se presume que, en las bambalinas de este encuentro, estará la discusión sobre la pretensión francesa de trasladar la celebración del Festival de Cannes a septiembre, en vez de en mayo. Espinoso asunto, que no sólo ha levantado ronchas aquí, sino al otro lado del Atlántico, desde donde Jack Valenti ve peligroso, para las cuentas corrientes de sus socios de la MPAA, que se creen organismos unitarios internacionales en la coproducción europea. Desde Deauville, donde pasa estos días, y donde tiene lugar un festival exclusivamente de cine de Hollywood, Valenti ha terciado en la controversia franco-italiana, sin duda para añadir fuego a la leña: "Hay ya demasiados festivales en septiembre"., ha dicho. Y añadido: "Esto no es bueno", aunque se le ha olvidado aclarar para quién no es bueno, aunque se supone.

¿Es cine la remilgada e intelectualoide obra del italiano Fabio Carpi El amor necesario? Si es así, apaga y vámonos; como apagaron y se fueron multitudes en la sesión del pase de prensa, tal vez porque no se percataron de lo divertida que era la película si se la miraba en su comicidad involuntaria: citar con seriedad a Goethe, a Leopardi, a Freud e incluso a Buda y Jehová en una escena de cama puede llegar a ser desternillante. Y lo fue.

Al turco Gizli Yuz no se le entiende apenas nada de lo que quiere contar, y que cuenta a medias en El viaje secreto. Y, no obstante, la película es a veces inquieta y tiene misterio y méritos, aunque parece excesivamente deudora del estilo y la búsqueda de Theo Angelopoulos, un cineasta griego que ya entra en los dominios de la maestría.

A quien, por el contrario, se le entiende todo es al gran Nagisa Oshima, que en Kyoto, el mundo de mi madre, pretende contarnos su vida y lo que en realidad hace es escamotearla. Y se le entiende todo, porque en realidad no cuenta nada. O peor aún: lo cuenta con palabras (el filme está narrado en off por el propio Oshima, que de cuando en cuando aparece en la pantalla) pero no con imágenes.

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