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LA REVOLUCIÓN DE AGOSTO

Cunhal y Marchais se quedan solos

THIERRY MALINIAK El terremoto político en la moribunda Unión Soviética ha provocado una onda de choque que ha sacudido a los principales partidos comunistas de Europa occidental, arrinconando en su seno a los últimos guardianes del templo socialista. Algunos intentaron desesperadamente aguantar contra viento y marea. Como el Partido Comunista Portugués (PCP): apenas se consumía el golpe de Estado en Moscú cuando su comisión política expresaba su deseo de "ver restablecido el orden y derrotadas las fuerzas contrarrevolucionarias que llevaban a la URSS al caos, y al socialismo, a la tumba".

Varios dirigentes del partido intentaron rectificar rápidamente después de esta primera reacción imprudente, asegurando que habían sido "mal interpretados", y aplaudiendo calurosamente la vuelta de Mijaíl Gorbachov. Demasiado tarde: su toma de posición inicial provocó la reacción irritada del sector crítico del PCP, agrupado en el seno de la tendencia tercera vía. Reunidos en un hotel de Lisboa, varios de sus componentes hicieron pública una declaración exigiendo la renuncia de la dirección, incluyendo la del inamovible. y anciano secretario general, Alvaro Cunhal.

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Para aliñar la ceremonia de la confusión, este último, después de varios días de silencio, intervino a su vez con una declaración llena de ambigüedad, afirmando que "el golpe, en lugar de detener la acción de las fuerzas contrarrevoluclonarias, ha facilitado su avance". Lamentando más, en otros términos, la ineficacia del golpe que su realización.

La exigencia de renuncia de la dirección, sin embargo, tiene pocas posibilidades de ser escuchada: los responsables actuales del PCP parecen haber apostado por un imposible inmovilismo en medio del torbellino que afecta hoy al conjunto de sus correligionarios en el mundo.

La situación no parece muy distinta al norte de los Pirineos, donde Georges Marchais y sus compañeros de la dirección del Partido Comunista Francés (PCF) no escondían desde tiempo atrás su desconcierto frente al desarrollo de la perestroika. En vez de la brutal franqueza portuguesa, la dirección del PCF optó, sin embargo, por un versallesco eufemismo. Se contentó con afirmar que 1as condiciones en que Mijaíl Gorbachov ha sido apartado de sus responsabidades son inaceptables", acompañando esta protesta más que tibia de una extensa y severa crítica a la perestroika, acusada de ser responsable de la situación actual de agravación de la escasez, de las desigualdades sociales, de la corrupción y de los enfrentamientos sociales y étnicos" en la URSS. Al mismo tiempo, Georges Marchais descargaba contra Yelstin toda su artillería verbal, mientras el órgano del partido, L'Humanité, invocaba unas "consultas de Yelstin a Bush" para concluir que el presidente norteamericano "dicta su programa a Moscú".

Esta toma de posición ha agudizado las tensiones en el seno del partido. El grupo de los críticos, capitaneado por los antiguos ministros comunistas de la época de la izquierda unida, ha puesto el grito en el cielo. Uno de sus principales representantes, Charles Fiterman, ha urgido a la dirección para que, sin más demora, "transforme sus métodos de trabajo, sus estructuras y su práctica política".

Este conato de rebelión, sin embargo, no tiene visos de prosperar: como en Portugal, la dirección del PCF no puede cuestionar seriamente el fondo de su línea política sin que se vea cuestionada al mismo tiempo su permanencia en el poder. Una línea política que ha reducido hoy al 8% del electorado un partido que fue en el pasado el más votado (de Francia.

El panorama, por el contrario, es totalmente distinto en Italia, donde Acchille Occhetto habrá visto en los últimos acontecimientos la confirmación de la rectitud de su estrategia. Al transformar en febrero último en Rimini, después de un largo proceso de aggiornamento, el PCI en el Partido de la Izquierda Democrática, el PSID, Occhetto se ha adelantado a los acontecimientos de Moscú y a la poca gloriosa desaparición del PCUS.

Más delicada es la situación para los escisionistas de Refundación Comunista, que habían abandonado a Ocehetto cuando la traición de Rimini, y pretendían mantener aún las esencias del antiguo partido. Ya han anunciado su decisión de adelantar a fines del año su congreso con el fin de debatir de la "refundación de la idea comunista".

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