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LA REVOLUCIÓN DE AGOSTO

Lunes de terror y viernes de esperanza

El sueño de la independencia esta mas cerca que nunca para Estonia, Letonia y Lituanía

Esta inimaginable semana ha dejado atónitos y, al mismo tiempo, más confiados que nunca en su futuro a la población de los estados bálticos, a la rusa y la de la Unión Soviética en general. La semana comenzó con una sensación de que el final de la esperanza estaba próximo. De que lo peor, el derrocamiento de los tres Gobiernos bálticos, iba a ocurrir de un momento a otro. Sin embargo, acabó con la sensación de que lo que siempre había sido un sueño para los estonios, letones y lituanos estaba a la vuelta de la esquina: la restauración de la independencia perdida durante la Segunda Guerra Mundial.

Cientos de soldados, tanques y vehículos blindados que habían invadido los países bálticos el lunes y el martes se marchaban casi igual de deprisa el jueves y el viernes. Aunque no tuvieron éxito en su misión, que presumiblemente era derrocar a los tres Gobiernos proindependentistas, cambiaron todo inadvertidamente para las tres repúblicas bálticas.El mayor cambio, tras lo que un diputado estonio llamó "el último aliento del imperio", es que la nueva autoridad en la URSS, Borís Yeltsin, es un defensor consistente e Inequívoco de la independencia báltica. El segundo cambio más importante es que reemplaza a un firme opositor a la independencia, Mijaíl Gorbachov.

Los bálticos se sienten alentados ahora porque una vez que los Gobiernos del mundo ya no tienen por qué inquietarse por la supervivencia de Gorbachov, muchos de ellos estarán dispuestos a reconocer a las tres repúblicas como países independientes. En particular, esperan que Estados Unidos, que dió circunspectas palabras de apoyo en el pasado temiendo por Gorbachov, se implicará directamente en el proceso de una independencia perdida a comienzos de la II Guerra Mundial, como parte del pacto de Hitler y Stalin de 1939 que dividía Europa en dos esferas de influencia. Estonia, Letonla y Lituania, hasta entonces miembros de la comunidad mundial, fueron subsecuentemente anexionados por la fuerza a la URSS.

El optimismo y la expectación del viernes contrastan marcadamente con el talante de los cinco días anteriores. El lunes parecía bastante seguro que el golpe del Kremlin sería seguido de un cambio, brutal -probablemente triunfante- y una represión militar en Estonia, Letonla y Lituania. Los decretos sobre la "salvaguardia de la integridad de la Umón" sólo confirmaron los temores de que la nueva guardia del Kremlin sería todavía más dura con los independentistas.

Represión de enero

Hace justo ocho meses, en enero, fuerzas especiales soviéticas entraron en el Báltico, se supone que para derrocar a los Gobiernos elegidos. Durante dos sernanas de duras acciones militares, los soldados mataron decenas de personas, incluidos 13 civiles desarmados que rodeaban la torre de la televisión de Vilna. Irónicamente, muchos rusos en Moscú aludieron a lo ocurrido en Vilna como un ensayo general para la defensa de la sede del Parlamento ruso. Las palabras de apoyo de Yeltsin en enero no han sido olvidadas. En el punto culminante de la intentona golpista, el primer ministro estonio pidió a sus ciudadanos que apoyaran a Yeltsin: "Él nos ayudó cuando le necesitamos. Ahora nos toca a nosotros ayudar a Borís Yeltsin".

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Entre enero y la semana pasada hay una diferencia. En enero, era evidente que se aproximaba la represión -como un tren que oyes acercarse y que sabes que va a detenerse en tu estación-. Se veían todas las señales: la dimisión del ministro de Exteriores, Edvard Shevardnadze, y las vehementes condenas del KGB a los tres Estados bálticos.

La semana pasada, todo fue demasiado rápido. No hubo advertencia y, a diferencia de enero, no hubo tiempo para hacerse una idea de la magnitud del problema.

Si los líderes del golpe no supieron darlo en condiciones, sí consiguieron crear un sentimiento de solidaridad entre los rusos y los bálticos, que en otras circunstancias no parecía posible. Pocas horas después del golpe, los bálticos, que tradicionalmente habían visto a los rusos demasiado agotados, en decadencia y con el cerebro lavado para no actuar en interés de la democracia, estaban pegados a la televisión y la radio, apoyando al Parlamento ruso como si sus propias vidas dependieran de ello. "Rusia es la pieza clave", dijo un funcionario estonio del Ministerio de Exteriores. "Si el Parlamento ruso cae, caemos todos", añadió.

A finales de semana, después de que los rusos tomaran las calles y triunfasen en la defensa de su Parlamento, los bálticos expresaron abiertamente la admiración por sus vecinos. Tras la victoria, a los partidarios de la línea dura en el Báltico les fue sólo ligeramente mejor que a las estatuas de Lenin, que fueron destruídas el viernes, en medio de la alegría en Tallin y Vilna. En Letoma, era detenido el débil, pero mucho más odiado, Alfred Rubiks, presidente del ultraduro Partido Comunista letón. La acusación: apoyar a los golpistas y dirigir a los soldados para que atacasen instalaciones letonas.

Rubiks había declarado: "No sólo estoy contento, estoy orgulloso del golpe". Incluso afirmó que él mandaba en Letonia y estaba preparando listas para detener a varios líderes bálticos.

El viernes, un Rubiks tímido y conciliador, intentaba salir del lío en el que él sólo se había metido apo ando a los golpistas: "Estoy dispuesto a cooperar". Su último cartucho, justo antes de ser delenido, fue ofrecer su dimisión, ya larde, del Partido Comunista, que los estonlos habían declarado ilegal ese mismo día.

Los listos callaron

Muchos duros en el Báltico fueron lo s uficien temen te listos como para no comprometerse tan deprisa, o por lo menos, no tan explícitamente. Los dirigentes de la región nordeste de Estonia, olonde habitan numerosos rusos, se mantuvieron callados los tres días, ya fuera porque no apoyaban el golpe o, posiblemente, porque sabían mejor que el resto que estaba llamado al firacaso. Viadimir Lebedev, líder de una pequeña Facción de Derechos Humanos, comunista, en el Parlaniento estón, no fue uno de ellos. El ferozmente antlindependentista diputado ruso no pudo ocaltar su alegría por el golpe, aunque él, a diferencia de Rubiks, no reclamó el poder en Estorina.

A finales de la semana, en los mismos pasillos del Parlamento, Lebedev estaba más pálido. Había perdido a sus aliados que creía que siempre estarían en el Kremlin para asegurarse de que los bálticos nunca serían independienles. Para entonces, los bálticos intentaban comprender que habían ganado, que no parecia haber nada que les impidiese conseguir la independencia: ni los duros, ni el centro eran lo suficientemente fuertes para pararles. Los expertos siempre han dicho que una Rusia democrática era la clave de la independencia báltica. Yelsin es una prueba de que la democracia rusa ha llegado, o está próxima. Y también parece que ha llegado la independencia al Báltico.

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