Espías caros y torpes
La crisis soviética ha puesto una vez más en tela de juicio la capacidad de los servicios de espionaje norteamericanos, cuyo presupuesto anual alcanza los 30.000 millones de dólares (más de tres billones de pesetas).Durante los tres días que duró el golpe de Estado soviético, la Administración estadounidense recibió informes de sus servicios de inteligencia en los que se confirmaban las deserciones y los problemas de la junta para llevar a cabo su golpe de timón. Sin embargo, funcionarios norteamericanos han declarado en Washington que los informes de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) y de la Agencia de Inteligencia de la Defensa (DIA) nunca dejaron claro que el golpe iba a fracasar en unas pocas horas.
Esta falta de claridad motivó que el presidente George Bush y sus consejeros organizaran una contraofensiva internacional a largo plazo y no exigieran la renuncia inmediata de los golpistas. El envío a Moscú del nuevo embajador, Robert Strauss, con la orden de no presentar sus credenciales al nuevo Gobierno evidencia claramente que Bush creía en el reinicio de la guerra fría y que sus espías no se atrevieron a aventurar que Gorbachov volvería al poder a los tres días.
