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Lo que no va a cambiar en la URSS

Podría no ser tan lóbrego como dice Bush el acontecimiento soviético, aunque evidentemente es una desgracia: pero la desgracia estaba ya instalada en la Unión Soviética. Hay que prescindir un poco del aura trágica que tienen nombres como el KGB y el Ejército Rojo, cuyos máximos dirigentes forman hoy parte del Consejo Estatal para el Estado de Emergencia, y mirar un poco más a la elección por ellos de Yanáyev, el vicepresidente, para sustituir a Gorbachov: trata de representar una continuidad legal, como lo es que hayan buscado un artículo de la Constitución para justificar lo que han perpetrado. Parece como si los golpistas no quisieran dar, de ninguna manera, sensación de ruptura. La intención posible de los seis meses de estado de emergencia proclamados ayer, si es que se cumplen, será impedir las declaraciones de independencia en las repúblicas, cerrar todos los pasos que se querían dar, desde hoy mismo, a las reformas que cambiarán el nombre de la Unión Soviética y conformarán la federación.Las personas que ayer salieron a la calle en Moscú -y, cuando escribo, no tengo noticias de otros puntos de la Unión-, que gritaron junto a Yeltsin, que pusieron sus cuerpos delante de los tanques, como hacían los checos en Praga hace casi un cuarto de siglo, pedían la reposición de Gorbachov. Unas horas antes del golpe, maldecían de él porque no les daba de comer... Le criticaban seriamente porque. había comenzado las reformas económicas sin haber cerrado previamente el ciclo de la economía, comunista; porque había dejado sin víveres ni productos de primera necesidad a la población entera del país sin dictar medidas severas contra el mercado negro; porque había mendigado en la reunión con el Grupo de los Siete sin que llegase ya al país un río de ayudas; prácticamente, porque había vendido la Unión Soviética, hasta la vieja alma eslava, por nada o casi nada, cuando debía haber regateado. Gorbachov, mirado con alguna objetividad, no ha sido un buen gobernante para su país, aunque haya sido el artífice de una esperanza de paz mundial.

A estos reproches muy comunes de los ciudadanos soviéticos, los grupos conservadores que representan el viejo partido, y los sindicatos, que mantenían sus posiciones de reserva (los obreros no tenían grandes motivos para favorecer el régimen liberal, la llegada de las multinacionales, la libertad de salarios y despidos y la libre concurrencia; y ya comenzaba un paro grave), tenían otras críticas importantes que hacer. Y el Ejército, y la policía política. Es muy explícito que el golpe se haya dado en las vísperas de la destrucción de las armas que, para muchos, significaban la última señal de gran potencia del país -aunque su posición militar está definitivamente degradada por la ruptura del Pacto de Varsovia, por la desaparición del colchón defensivo de los aliados europeos-: y era tambien la víspera real del federalismo que para estos conservadores iniciaría el principio de las independencias y de la quiebra definitiva del Estado. Trato de pensar con esto que, dentro de lo que es una gran desgracia general, el golpe de Estado podría cortar la desmembración soviética y comenzar a negociar los cambios de actitud interna y externa de la URSS a cambio de dinero, víveres, reconstrucción industrial. Es decir, que pueda costar a Occidente más caro aquello que creía obtener gratis. Hay muchas personas en la URSS que creen que esto no podría hacerse sin una dictadura. En todo caso, pensaban que no podía hacerse con Gorbachov,

Pero también es muy posible que ese golpe haya llegado demasiado tarde para significar algo para sus autores. Hay cosas irreversibles: la caída del comunismo lo es, tanto en la Unión Soviética como en el resto del mundo (y el golpe podría acabar tranformándose en algo más parecido al fascismo que al comunismo). Lo que aún se mantenía nominalmente del comunismo iba a desaparecer: quizá dure un poco más para salvar la cara, como en China, que está negociando mucho más sabiamente su occidentalización. No quiero decir con esto,que sea admisible la matanza de Tiananmen, ni mucho menos la que en cualquier momento podría producirse en la Plaza Roja de Moscú, en Kiev o en Riga; pero en el cinismo de la política internacional, Estados Unidos aceptó como un respiro la toma de poder conservador en Pekín en lugar de un caos que hubiera podido desarticular China para siempre, y es posible que termine, tras las reservas de rigor, por aceptar la nueva situación soviética mejor que su desmembración y sus cien ejércitos privados luchando entre sí.

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Es también, o parece, irreversible la situación de los países europeos que fueron comunistas; incluso con algunas reacciones más duras para evitar que sobrevenga un golpe de Estado en alguno de ellos, como en Rumania. Puede influir el suceso en Albania, donde ya está Instalado el caos: Occidente -y no sólo Italia- ha exhortado a Tirana para que use la fuerza. Y puede ser también grave para Yugoslavia, que podría ahora buscar soluciones miméticas: el centralismo, la ofensiva federal, la toma de poder del Ejército. Claramente se veía que la desmembración del país era un límite a lo posible: por lo menos, un adelanto histórico, en el caso de que atribuyamos a la historia europea intenciones descentralizadoras, que no parecen claras.

Es irreversible la situación mundial de guerra y paz. Ni los golpistas -por sus procedencias, por sus nombres- son fanáticos ni han perdido el sentido de la realidad. Para ellos sigue teniendo sentido el equilibrio del terror; incluso más: es muy posible que una guerra provocada, o con algún pretexto para Estados Unidos, destruyera a la URSS sin darle ocasión de hacer demasiado daño. Porque para quien ha cambiado la idea de equilibrio del terror es para Estados Unidos, y más después del espejismo literario de la supuesta victoria del Golfo.

En cambio, hay algunas suposiciones que son terroríficas. La principal, que los golpistas pueden precipitar los acontecimientos independentistas y la reacción popular, como la que se veía ayer en Moscú. Nunca se sabe qué puede hacer un pueblo, y la misma doctrina comunista desconfiaba del espontaneísmo al que condenó duramente; puede ocurrir que el desaliento, la sensación de inutilidad frente a una fuerza exagerada como la que el Ejército lanzó a las calles, retenga la protesta. Yeltsin (que puede tomar la antorcha de Gorbachov si no acaban con él antes) pidió solamente desobediencia civil y huelga, general, sin llegar a la calificacilón gradual de revolucionaria (si es que aún se puede hacer caso de las jerarquías de lenguaje). Pero puede ocurrir lo contrario: un sobresalto de lucha, una guerra civil. O un contragolpe: hay poderes que no desean esta salida.

Los sucesos de estos tiempos nos han enseñado, sobre todo, a no profetizar, si es que no lo sabíarnos ya. El golpe de Estado de ayer no estaba previsto por ningún servicio de información del mundo, como no lo estuvo la invasión de Kuwait. Algo que ha caído en el mundo es el valor del espionaje, y la CIA se encuentra en liquidación. No hay que creer que el KGB que toma su parcela de poder ahora, después de depurado -todos los nombres del Comité de Urgencia fueron designados por Gorbachov, después de la evicción de la vieja guardia-, sea un verdadero mecanismo de funcionamiento eficaz. Nada en la URSS lo es. Quiere decirse que el golpe de Estado puede desaparecer como llegó, combatido por otro; que arda la URSS entera república, por república, que se produzcan matanzas importantes, o que el alma eslava vuelva a su resignación de humillados y ofendidos. Lo que no va a volver es el comunismo; ni su forma ecoinómica, ni su guerra fría. La desgracia es que Gorbachov no lo haya sabido hacer mejor y que quienes ahora tratan de recuperarle no fueran capaces de comprender que era un mal menor y que tendrían que haberle secundado.

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