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Tribuna
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Shamir y el lobo

Para un hombre que se ha pasado la edad contemporánea gritando ¡qué viene el lobo! hay que admirar la entereza con que el jefe de Gobierno israelí, Isaac Shamir, ha decid ido que el lobo de Damasco es ya oveja y que, como no hay nada que temer, cabe finalmente que Israel concurra a la conferencia de paz sobre Oriente Medio.La táctica es inteligente, incluso brillante. Situado ante lo que, por fin, parece una insoportable presión norteamericana para que Israel se persone en la reunión internacional, Shamir exclama ¡albricias! y afirma que son los demás, notablemente, el presidente sirio, Hafez el Asad, quienes han cambiado de actitud. Hasta la fecha, contrariamente a lo que denota el estentóreo júbilo del líder israelí, es su Gobierno, y no el sirio, el que se ha negado a conferenciar con todos sus adversarios a la vez, argumentando que sólo conversaciones bilaterales con cada uno de ellos -Jordanla, Arabia Saudí y Egipto, principalmente- pueden conducir a la paz en la zona.

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Los Estados árabes son los que propugnan esa conferencia, cierto es que con determinadas garantías, como la de que ésta se convoque para negociar la total retirada israelí de los territorios ocupados y el establecimiento de un Estado palestino independiente. El mérito del secretario de Estado norteamericano, James Baker, es el de haber convencido a sus interlocutores árabes de que efectivamente se van a reunir con Israel para eso y no otra cosa; y mérito también del relativo aislamiento sirio en la región, tras la caída mundial de su patrocinador soviético.

Con todo y ello, aunque haya acuerdo sobre la celebración de la conferencia, Sirla e Israel contemplan todavía el futuro cónclave mucho más como una táctica que como una estrategia.

Si el presidente sirio acepta hoy participar en la reunión es porque ha recibido algún tipo de seguridades, entre ellas la de que Israel está dispuesto a negociar el futuro de las colinas del Golán, ocupadas desde 1967 y anexionadas desde 1981 por el Estado sionista, y el reconocimiento más o menos expreso de su dominación sobre Líbano. Todo ello equivale a una nueva relación con Estados Unidos dentro de ese orden internacional que hoy se cuece en Washington. Esas seguridades, sin embargo, tienen que serlo a beneficio de inventario, es decir que han de obtener el asentimiento israelí, y su eventual fruto, derivarse de un proceso negociador en el que Tel Aviv se muestre satisfecho de las contrapartidas que obtenga: por descontado, el reconocimiento diplomático de los Estados árabes beligerantes y, sobre todo, un arreglo del problema palestino que a Israel pueda parecerle, aún en el peor de los casos, sólo venial de necesidad.

Por todo ello, si la táctica de Siria e Israel parece que hoy apunta a la celebración de la conferencia en términos más próximos a las pretensiones árabes que a las del pueblo judío, la estrategia de unos y otros no sabemos a dónde apunta todavía. Y la estrategia se llama, efectivamente, la suerte del pueblo palestino, en cuya moneda, hoy más que nunca tras la victoria occidental en la guerra del Golfo, habría que pagar cualquier plazo para la paz en la región.

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Delegación jordano-palestina

La composición, por tanto, de una delegación jordano-palestina que fuera parte en la conferencia sigue siendo la gran cuestión a decidir. Aunque ya sería notable progreso que Siria e Israel aceptaran en términos homologables reunirse a discutir la paz, tendría mucha mayor trascendencia que coincidieran en qué representación palestina fuerqa invitada a la misma.Las posibilidades, sobre esa coincidencia sirío-israelí no, parecen, sin embargo, tan remotas, puesto que como ocurre cuando hemos de elegir a nuestros amigos entre los enemigos de nuestros enemigos, no falta un cierto ambiente de colusión entre Damasco y Tel Aviv. Israel y Siria abundan en el mismo interés de que esa representación palestina sea lo menos C,ILP posible; Israel, porque así podría tratar directamente con sus palestinos de los territorios ocupados, y Siria porque pretendería a su vez recontruir el movimiento palestino según sus conveniencias.

En definitiva, parece que se ha dado un paso a la vez audaz y modesto hacia la discusión del problema. Isaac Shamir aceptará la presencia israelí en una conferencia que hasta ahora era para él anatema, y en ello reside la audacia táctica del líder Judío; pero, inevitablemente, aplicará también una profunda convicción estratégica para. determinar qué palestinos son y cuáles no los negociables, y en ello reside su capacidad de matizar de infinita modestia cualquier progreso táctico. Porque, cuanto más satisfaga a Siria e Israel la naturaleza de la delegación jordano-palestina.., más dificil será negociar una fórmula aceptable para la mayoría del nueblo jiuerrillero.

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