Oportunidad perdida
EN LA tarde de ayer, las centrales sindicales decidieron levantarse de la mesa y romper las negociaciones con el Gobierno y la patronal sobre la competitividad de la economía española. Las razones alegadas, excesivamente ambiguas y generales, cuando no directamente morales -"es una mentira", llegaron a afirmar-se irán concretando con el paso de los días, y los ciudadanos tendrán los elementos para evaluar quién ha hecho dejación de los intereses generales del país -acercarlo a las economías de la CE más dinámicas y equilibradas- y ha optado con exclusividad por los intereses del grupo al que representa y por cotas particulares de poder.Ciertamente, el Gobierno había dado muestras de una lentitud desconcertante a la hora de tomar la iniciativa; el pacto de competitividad y sus consecuencias fue el motivo pretextado para adelantar las últimas elecciones generales a finales de 1989, y hasta hace escasas semanas no se ha instrumentado claramente. También es real la dificultad de consensuar un gran acuerdo si hasta el momento de convocarlo las partes han vívido de espaldas. Y a pesar de estas dificultades, el pacto de competitividad planteado por el Ejecutivo era una iniciativa política acertada por lo que suponía de compromiso para movilizar a toda la sociedad; un axioma de cualquier democracia indica que es más eficaz cambiar las grandes reglas del juego (esto es lo que supone el reto de la Europa unida) por acuerdo que por decreto. Sólo así se tienen garantías de que la cosa funcionará.
Roto el intento de consenso será necesario hacer una evaluación de lo sucedido, pero más importante es mirar hacia adelante y continuar trabajando para conseguir el gran objetivo de preparar a la economía española para el mercado único de 1992 y para la unión económica y monetaria. Sería lamentable y señal de sectarismo que por no haber llegado a un acuerdo global en esta ocasión se cercenase la posibilidad de continuar concertando aspectos concretos de la realidad económica, así como que, fruto de la decepción y de las consecuencias de la ruptura, se arrojase la toalla y se pasase al otro extremo, generándose un ambiente de enfrentamiento entre los agentes sociales y el Gobierno.
Por todo ello, el punto de atención gira hacia los Presupuestos Generales del Estado de 1992; último ejercicio antes del mercado único. El esquema,de contención del-gasto público en el que están empeñados ahora los ministros para el segundo semestre es significativo, pero sólo indica la tendencia de por. dónde irán las cosas el año que viene. El ministro de Economía ya ha anunciado un "ajuste prolongado", del que aún se desconoce su profundidad. Pero no cabe duda de que las medidas serán dolorosas. Y cuando se habla de dolor en economía siempre se trata de aspectos como reducción de gastos sociales o de servicios públicos, subidas de impuestos, tipos de interés altos o la conjunción de algunos de estos tres factores. Sólo cuando los ciudadanos sufran la austeridad se sentirá la oportunidad perdida ahora.
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