Un artista paradigmático del siglo XX
Hace unas horas, ordenando mi biblioteca, hojeé uno de los últimos libros dedicados a Robert Motherwell. De nuevo, admiraba la potencia de sus obras, así como el taller en donde vivía, tan hermoso y habitado. Estas imágenes -las de sus pinturas, las de sus hermosos collages y las del propio y vivido taller- constituían para mí una fuente de optimismo y generosidad.Pensaba en sus Elegías a la República Española, imágenes poderosas que simbolizan mejor que ninguna otra pintura la guerra de España, y pensaba en su enfermedad, que se aproximaba a un penoso final. Una llamada de EL PAÍS ha convertido el presentimiento en terrible realidad.
Mi amistad con Robert Motherwell data de mi primer viaje a Nueva York, en 1961: me acogió en su casa y me invitaba a sus reuniones. Allí conocí a algunos de los más importantes pintores norteamericanos. Admiraba su obra a través de reproducciones, más que de realidades, y recuerdo bien cómo en 1957 protesté por la no inclusión de una de sus Elegías a la República Española en una magna exposición del expresionismo abstracto norteamericano celebrada en Madrid. La última vez que lo vi fue también en Madrid, con motivo de la presentación de una carpeta de grabados sobre los derechos humanos en la que ambos colaboramos.
Pero mi admiración no proviene solamente de su persona, afable y cálida, sino esencialmente de la importancia y la belleza de su obra, de su poder sintético y simbólico, de su expresividad abierta, investigadora y lírica. Sus obras son capitales en la historia del siglo XX, del que ha sido un artista paradigmático.
Ha sido, quizá, el pintor que mejor ha sabido conciliar su intelectualidad con la frescura de un hacer expresivo. Robert Motherwell ha sido el artista de nuestra época que mejor ha resumido la razón y la sinrazón como fuentes de creatividad, el que mejor ha sabido establecer vínculos afectivos y estéticos entre América y Europa.
Babelia
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