La patita de atrás
Corte / Domínguez, Muñoz, SánchezToros de] conde de la Corte bien presentados y cornalones aunque algunos sospechosos de astas, inválidos en general, tercero encastado. Roberto Domínguez: pinchazo, media atravesada y descabello (silencio); pinchazo, otro bajísimo, pinchazo hondo, rueda insistente de peones y descabello (silencio). Emilio Muñoz: bajonazo a un tiempo (silencio); dos pinchazos y media descaradamente baja (silencio). Sergio Sánchez: estocada trasera descaradamente baja y rueda de peones; la presidencia le perdonó un aviso (silencio); media atravesada baja y dos descabellos (aplausos). Plaza de Pamplona, 7 de julio. Segunda corrida de feria. Lleno de "no, hay billetes".
JOAQUÍN VIDAL
Los toros condesos estaban inválidos. Algunos de ellos invalidos en lo absoluto y otros en lo relativo, pero inválidos al fin, todos, como un solo hombre. Los toros condesos tenían una canción que era La cucaracha,aunque les cantaron otra que fue La vaca lechera. Los toros condesos, como La cucaracha, no podían caminaaar, pues les fáltaaaba, pues les faltaaaba, la patita de atrás.
En cambio no eran La vaca lechera los toros condesos, porque para tales efectos habrían debido lucir capas berrendas y tetas gordas, parpadear contemplando el paso del tren de Alsásua, y ese no era el caso. Los toros condesos, antes bien, eran negros en sus distintas gamas desde el negro noche al negro teléfono, lo que les colgaba por abajo en nada se parecía a la femenina ubre, y por allí no pasaba el tren de Alsásua. 0 sea, que no estuvieron muy finos, ni propios, los mozos, al cantar Tengo una vaca lecheera, no es una vaca cualquieera... y todo lo demás.
Claro que eso acaeció en los dos primeros toros, porque el tercero ya tuvo otro son, cierto toque de fiereza, bravura a ráfagas, casta mucha, y Sergio Sánchez le hizo la faena bullidora, voluntoriosa y valentona que era de esperar. No artística, es cierto, pero tampoco esperaba nadie que San Fermín fuera a hacer semejante milagro, aunque estábamos en el día de su fiesta grande y el joven matador es hijo de la tierra. Los santos son muy suyos, ya se sabe.
Sergio Sánchez banderilleó a sus dos toros con las trazas de Cintruénigo, que no son malas trazas en ningún caso, por supuesto, si bien a la cuestión banderillera le cuadran mejorciertos aromas toreros llegados de más al sur. Y los muleteó con vibrante pundonor en el cabal ejercicio de las dos suertes fundamentales, el derechazo y el natural, con sus adecuados pases de pecho y un surtido de molinetes. La faena al sexto toro condeso resultó más trepidante y movida que la ya descrita, e intercaló dos desplantes rodilla en tierra para demostrar que valor no le faltaba, todo lo cual al respetable público le trajo sin cuidado.
La indiferencia de] público fue fruto de la invalidez de los toros condesos, que no podían caminaaar pues les faltaaaba, pues les faltaaaba, la patita de atrás. Salían los toros condesos correspondientes a Roberto Domínguez y Emilio Muñoz, y nada más plantar sus pezufiotas en la arena se empezaban apegar batacazos, y así, sin parar, hasta que sus respectivos matarifes les acuchillaban los lomos. Estaban tan inválidos los toros condesos que no podían resistir ni medio pase de sus respectivos matarifes sin pegarse un batacazo. Es decir, que ambos les sobeteaban por la cara, intentaban un derechazo, y resolvían cortar la faena para pasarlos a cuchillo.
Roberto Domínguez, en el cuarto, ni ese derechazo aludido intentó, pero para entonces la afición ya había abierto las cazualicas de ajoarriero, Elu sacaba de la bolsa sus sabrosos bocadillos de magras con tomate, en media plaza tiraban de bota, en la otra media corría el champán y en tales circunstancias, ni derechazos ni toros con la pata a la rastra tienen la más mínima importacia.
Babelia
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