Espacios para una escuela PALOMA O´SHEA
Cuando, hace ya algunos años, un grupo de personas preocupadas por el estado de la música en España creamos la Fundación Isaac Albéniz, uno de nuestros objetivos fue ofrecer a la sociedad española un centro de formación superior del mejor nivel educativo internacional. La nueva escuela no estaba pensada para competir con las ya existentes, sino para trabajar en un espacio abandonado, la formación de músicos de excelencia. El proyecto era elitista, pero no en el sentido social o económico del término. No haría falta disponer de cuantiosos medios para poder acceder a este centro: la fundación se encargaría de encontrar los necesarios recursos. Sólo se exigiría una capacidad sobresaliente.No puedo dejar de mencionar la importancia que para todos nosotros ha tenido el comportamiento de su majestad la reina doña Sofía. Desde un primer momento se interesó por el proyecto, aceptó la presidencia de honor de la junta de patronos y dio su nombre a la escuela. Somos conscientes de la confianza depositada y la asumimos con sentido de responsabilidad y profundo agradecimiento.
Poco a poco fuimos definiendo el modelo pedagógico y seleccionando al profesorado. Hace unos meses presentamos nuestro proyecto académico y firmamos un convenio con la Comunidad de Madrid por el que esta institución nos cedía unos terrenos para levantar los edificios de lo que sería la Escuela Superior de Música Reina SofÍa. La selección de alumnos concluyó a finales de mayo. El lunes 1 de julio hemos presentado en la Academia de Bellas Artes el proyecto arquitectónico.
Confiamos a Ricardo Bofill el diseño del conJunto arquitectóníco. Este catalán universal, este clásico de la vanguardia, ha vuelto a sorprendernos con un magnífico proyecto. El taller de arquitectura que él dirige ha comprendido perfectamente qué es la escuela y lo ha plasmado con originalidad y belleza.
El conjunto consta de dos grandes áreas. La primera corresponde a la parte pública: el auditorio principal y la zona institucional. Es el vínculo de la escuela con la sociedad, el escaparate donde se mostrará el fruto del trabajo realizado y desde donde nuestros cuadros de gestión realizarán su labor. Se encuentra en la parte más elevada del terreno. Desde allí se puede contemplar el recinto que corresponde a la escuela, la segunda área, que se nos presenta como una zona verde. El acceso es posible descendiendo por una escalera. Ambas están unidas pero, a pesar de la proximidad, Bofill ha logrado preservar la intimidad y el recogimiento que la escuela requiere.
Su recinto está compuesto, a su vez, por dos claustros. La palabra elegida no es casual: es la que el taller utiliza y la que corresponde. Bofill ha entendido que la escuela trata de recuperar la esencia de la enseñanza clásica, al tiempo que se abre hacia los nuevos métodos pedagógicos, y lo ha expresado brillantemente en su proyecto. Los claustros, que corresponden a la Escuela Superior y a la futura y deseada Escuela Elemental, recrean los de los antiguos colegios medievales y renacentistas, en torno a los cuales se realizaba el conjunto de las actividades. En esta ocasión no hay arcadas ni muros de sillería, sino un conjunto de edificios modernos volcados hacia estos espacios verdes que nos proporcionan la misma atmósfera de serenidad que los claustros de nuestras antiguas universidades.
Desde el auditorio principal la visión de la escuela quedará marcada por la vegetación. Desde los claustros la perspectiva del auditorio resultará grandiosa. Recordará las capillas de los antiguos colegios presidiendo su cotidiana actividad. Clasicismo y vanguardia se conjugan al servicio de un proyecto de reforma educativa.
Espacios para la docencia
El auditorio principal, que contará con 800 plazas, es el elemento más representativo y el que mejor identificará a la escuela. Con su construcción, la Fundación Isaac Albéniz quiere proporcionar a Madrid una nueva sala de conciertos, contribuyendo a superar una manifiesta necesidad. Nos gustaría poder inaugurarlo en junio o septiembre del año próximo.
Del auditorio parte un eje que divide los claustros. A ambos lados del eje aparecen dos auditorios para uso docente, de 200 plazas cada uno, y las zonas de servicios comunes, residencias, comedor, etcétera, donde profesores y alumnos de las dos escuelas podrán encontrarse.
En el claustro de la Escuela Superior hallamos un espacio reservado para la docencia, compuesto por 16 aulas, una por cátedra, que darían cabida a un máximo de 140 alumnos. Bofill ha definido un ambiente lleno de luz, comodidad e intimidad, abierto hacia el claustro, nada común en las escuelas de este tipo. Para la realización del trabajo en las aulas, el equipo docente contará con el apoyo de un moderno laboratorio de aplicación de la informática a la música y de otro de sonido e imagen conectado a todas las dependencias artísticas y docentes, que permitirá grabar las clases para que el alumno vea y escuche sus interpretaciones. A estos laboratorios hay que sumar la biblioteca-fonoteca que la Escuela Superior compartirá con la Elemental.
Los. alumnos de fuera de Madrid podrán instalarse en la residencia de estudiantes, dotada de amplias y cómodas habitaciones. Para evitar que se forme un ambiente de gueto musical, donde la realidad empiece y acabe en la música, se acogerá a estudiantes universitarios de distintas especialidades. La residencia constará de dos edificios, uno para cada escuela.
Los profesores dispondrán de un edificio de apartamentos. Podrán así evitar los agobiantes desplazamientos a través de una ciudad tan grande y tan activa como Madrid. Gozarán de la tranquilidad del recinto y de sus servicios,, sin menoscabo de su intimidad. La convivencia entre profesores y alumnos, clave de la enseñanza clásica, estará garantizada por el limitado número de estudiantes y por la prolongada presencia en el recinto de la escuela de unos y otros.
El segundo claustro tendrá el mismo número de aulas, destinadas en este caso a la enseñanza elemental, lo que, en su día, nos permitirá llegar a 350 alumnos.
La cuantía de lo presupuestado excede, como era de prever, nuestras capacidades. Por ello afrontaremos las obras en varias fases, empezando por la construcción de los tres auditorios y de las dependencias docentes de la Escuela Superior. Confiamos en lograr pronto nuevos recursos para que las siguientes fases se sucedan sin excesiva dilación. Ello dependerá del mecenazgo privado y de la colaboración de las entidades públicas. Esperamos hacer llegar a muchos el mensaje de la necesidad de apoyar proyectos trascendentes como éste, que finalmente revierten en beneficio de todos. No sólo nos comprometemos a preparar mejores músicos, sino que estamos poniendo a disposición de la sociedad, de esta comunidad y de esta ciudad, un conjunto de auditorios con las mejores condiciones técnicas. Del mecenazgo destinado a estos fines quedará testimonio mediante la denominación de edificios, salas, etcétera, con el nombre de la persona, empresa o institución colaboradora, tal como se viene haciendo en instituciones semejantes en los países de nuestro entorno.
España está viviendo un extraordinario proceso de transformación, convencida de la necesidad de asumir el reto europeo. Sería una pena que la música quedara fuera de este esfuerzo colectivo de modernización. Todos, intereses privados y entidades públicas, debemos colaborar para mejorar el panorama musical español. La Fundación Isaac Albéniz está plenamente comprometida con este fin.
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