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"Mucho odio, mucho dolor, una tristeza muy grande"

Juan Jesús Aznárez

lleana de la Guardia recuerda aquellos días en La Habana en que estaba tan deprimida que se sentía morir, y confiesa que nunca creyó que llegasen a fusilar a su padre, un coronel del Ministerio del Interior con una brillante hoja de servicios a la revolución y arriesgadas misiones en Estados Unidos. "Cuando ocurrió, generé un profundo rechazo a las estructuras del país. Mucho odio, mucho dolor, una tristeza muy grande". Poco antes de estallar el escándalo por narcotráfico, fueron repatriados a Cuba lleana y su marido, que en aquellas fechas, "en que la guerrilla casi se había acabado en todas las partes", trabajaba en África como presidente de una empresa cubana con fachada panameña y dependiente del Departamento MC del Ministerio del Interior, creado para sortear el embargo norteamericano. "Conocíamos cómo se hacían las operaciones con el marfil, y es ingenuo pensar que las operaciones de narcotráfico denunciadas no fuesen conocidas por los máximos dirigentes del país cuando Fidel sabe qué vaca es la que más leche da en la isla"."Nos comunicaron un día antes que mi padre y los demás acusados iban a ser juzgados. De esa manera evitaron que pudiéramos elegir un abogado defensor que no fueran los oficiales del Ministerio del Interior designados para el caso. Uno de ellos llegó a decirnos que para él era una ofensa tener que defender "al sátrapa y delincuente de mi padre". Otro adelantó que no podría hacer gran cosa. "Las evidencias en su contra son muchas", afirmó. Ileana de la Guardia, psicoterapeuta en un centro de educación especial de niños con problemas visuales, se entrevistó varias veces con su padre en la central de la seguridad del Estado de Villamarista, en La Habana. "La primera vez que pregunté por él me dijeron: 'No se preocupe usted, estamos entre revolucionarios. Su papá sólo está aquí para unas pregunticas. ¿No confía usted en la revolución?".

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La hija del coronel fusilado, que intentó seguir trabajando y llevar una vida normal para eludir el recuerdo del drama familiar, cree que su padre tampoco pensó en el cumplimiento de la pena capital, y subraya que nunca hablaba con él sobre cuestiones relacionadas con asuntos profesionales, ni tuvo conocimiento del narcotráfico. "Era militar, y como militar recibió órdenes. Nunca hacía una operación por su cuenta. Como hija, nunca supe de esas operaciones. Era muy discreto".

lleana indica: "Antes de entrar su segunda esposa y yo a verle en su centro de detención, tratábamos de aparentar fortaleza para darle consuelo. Pero a veces no podíamos aguantarnos. El nos decía: 'tranquilícense. Ya verán como las cosas no son tan graves. Ilena, tú, como la mayor, ayuda a tus hermanos'. Sabemos que al final tuvo inquietudes religiosas".

La hija de Antonio de la Guardia guarda especial gratitud para los compañeros de trabajo que le ayudaron a sobrellevar la traumática pérdida de su padre pero, con su marido, recuerda igualmente a quienes "vinculados al poder, con algún puesto o con cosas por perder", les dieron la espalda. "Hubo gente que nos negó al saludo, pero también quienes sin haber tenido una relación muy estrecha con nosotros, con poco que perder, nos expresaron su solidaridad sin decirlo directamente".

Ileana de la Guardia, que llegó un momento en que era incapaz de seguir viviendo en Cuba, se pregunta: "¿Cómo pueden acusar a mi padre de inmoral y canalla cuando de todos es sabido que el norteamericano Robert Vesco, acusado en su país de estafa al fisco y narcotráfico, recibe protección en La Habana. ¿Qué moral es la que ampara a Vesco y fusila a mi padre?".

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