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Reportaje:

"Los pistoleros de la Amazonía no son muy inteligentes"

En una ocasión el pistolero que mandaron para liquidar al padre Paulo pagó con la vida su peculiar sentido del cristianismo. Se llamaba Antonio Caninana apodo que toma el nombre de una de las serpientes más venenosas del Amazonas. "Nos conocíamos de vista", explica el sacerdote, "y yo sabía que era pistolero. Por eso, cuando, con un enorme sombrero y dos revólveres, vino a buscarme a casa, nos pusimos muy nerviosos". Pero el asesino a sueldo le dijo que estuviera tranquilo, y añadió: "Yo no mato sacerdotes, sólo mato campesinos. Váyase de Jacundá porque otros colegas míos lo harán". Dos días después, Caninana apareció muerto. Al facendero (terrateniente) que lo había empleado le llevaron sus manos y sus orejas como trofeo, y el facendero pronunció un breve e Ilustrativo discurso: "Oyó y no cumplió".Criado en el campo -su padre trabajaba en una finca-, al salir de la Universidad de Sao Paulo se fue a ejercer su labor a la Amazonía. "Me habían avisado que el clima era peligroso y que no había posibilidad de ayuda". En cierta ocasión tuvo la candidez de pedir protección policial, cosa que le negaron con el siguiente argumento: "Ni Kennedy, con toda su protección, consiguió salvar la vida". Desde entonces, cambia constantemente el lugar para pernoctar y se mueve rodeado de personas. "Resulta un poco difícil, pero nunca debes estar solo. Si un pistolero mata por equivocación a un inocente, sus colegas pueden matarlo a él". Ahora pertenece a la Comunión Pastoral de Terra y ha fundado la Asociación de Viudas del Campo.

En una tierra en que una ley peor que la de la selva responde a intereses madereros, hidroeléctricos y mineros; en una región donde los trabajadores pueden convertirse en auténticos esclavos, los facenderos tienen bandas de pistoleros, y la policía militar se saca un sobresueldo haciendo trabajos para los terratenientes; el caso del padre Paulo no es más que un dramático granito de arena. Hasta el asesinato del sindicalista y ecologista Chico Mendes, hubo en aquella región 1.600 asesinatos selectivos de personas muy significadas. Eso, independientemente de las chacinas (carnicerías) de labradores.

El sacerdote, que ha visitado Madrid invitado por el Ayuntamiento y la Comisión Pro Amazonía de Espana para participar en las Primeras Jornadas Madrileñas sobre el Medio Ambiente, relata estas historias en tono pausado. "En las misas siempre había algún facendero que me gritaba: '¡Calla la boca!'. Otras veces me seguían cuando me dirigía a comunidades rurales. A veces era más peligroso, me tendían emboscadas, pero nunca caí en ellas porque los pistoleros no son muy inteligentes. Preguntaban en los bares si el padre Paulo iba a pasar por allí y, claro, siempre había alguien que me avisaba".

Policía peligrosa

Paulo Joanil da Silva mantiene, a todas luces, un fino sentido del humor. "Es fundamental para el equilibrio, si no tuviéramos este espíritu, no podríamos hacer este trabajo". Pero este humor no empaña la rotundidad de sus denuncias: "La policía militar es tremendamente peligrosa en el Estado de Pará. El Gobierno brasileño ha hecho dos o tres juicios para demostrar a la opinión pública internacional que se está haciendo justicia, pero nos parece que no hace justicia social. No tiene sentido que en un país del tamaño de Brasil haya problemas de tierras".

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