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Riñones y champaña a la salud de Joyce

Los peregrinos del 'Bloomsday' rinden culto en Dublín al personaje del 'Ulises'

Manuel Rivas

"No pasará nada este domingo", aseguraba ayer mismo a EL PAÍS la directora de la National Library, la biblioteca nacional de Irlanda, Pat Donlon, personaje clave en la custodia del secreto mejor guardado esta temporada de la cultura de Occidente: un baúl con documentos inéditos relacionados con la vida y obra de James Joyce. Se esperaba que este Bloomsday, 87 años después de aquel 16 de junio de 1904 en que Joyce data la acción de su Ulises, fuese también un domingo de revelación, pero el informal y cosmopolita cónclave de los peregrinos dublineses habrá de contentarse por ahora con el tradicional desayuno de riñones de cordero y champaña.

El otro apetito, el que despierta la enigmática caja, posiblemente no será satisfecho como es debido hasta el próximo otoño. "Tenemos prohibido tomarnos la libertad de decir nada", dice con ironía un funcionario de la National Library.Algunas de las novedades que estos días lucen en los escaparates de las librerías dublinesas, como The scandal of Ulysses, de Bruce Arnold, traen a la memoria las dificultades de James Joyce para publicar y difundir su obra. Incluso, y muy particularmente en su tan denostado como amado país. Pero los tiempos han cambiado de tal manera que todo lo que rozó Joyce, empezando por las aceras de Dublín, se ha convertido en fetiche. El episodio de la caja no hace más que alimentar la leyenda, aunque algunos expertos consultados relativizan la importancia del material que ahora se está microfilmando -previsiblemente relacionado, en su mayor parte, con el proceso de creación de Finnegan`s wake-, y consideran que no habrá, metafóricamente hablando, nada explosivo.

Legado

Explosivo o no, lo cierto es que nadie suelta prenda, alegando, pertrechados en su irónica defensa, que "peligran los puestos de trabajo". El pasado 13 de febrero, Pat Donlon fue la encargada de abrir este último legado, rescatado de París por un abogado amigo de Joyce, Paul Leon. Se había cumplido escrupulosamente el mandato de no hacerlo hasta 50 años después de la muerte de Joyce, en 1941.Dublín es este año, por decisión comunitaria, capital cultural de Europa, por lo que, riñones y champaña aparte, este Bloomsday ofrece un desbordante programa cultural bajo la común advocación joyciana de Here comes everybody (Aquí viene todo el mundo).

Una de las iniciativas más llamativas es la emisión por la radio nacional irlandesa, durante 31 horas y sin interrupción, de una versión dramatizada de Ulises. Habrá teatro, lecturas en pubs, conciertos de todo tipo de música, siempre inspirados en el Ulises, incluso para interpretar jazz, y hasta una fiesta popular en un céntrico parque.

Haciendo honores al lema Aquí viene todo el mundo, la ciudad de Dublín será sede esta próxima semana de una conferencia internacional de escritores con presencia de autores de los cinco continentes, y entre los que sólo figura uno de habla hispana, el peruano Mario Vargas Llosa.

Como magnífico aperitivo, para abrir boca, en la noche de ayer estaba prevista una conferencia sobre Joyce de Anthony Burgess, quizá uno de los escritores más adecuados para recordarnos que "desde su purgatorio irlandés, James Joyce debe estar burlándose de los que, después de su muerte, le siguen profesando una devoción desinteresada. Orgulloso quien, como Ulises, ha hecho un buen viaje".

Haga lo que haga Joyce en el purgatorio, lo cierto es que la Irlanda de hoy parece mostrarse crecientemente orgullosa de su autor más universal y en otro tiempo incomprendido. Uno de los veteranos peregrinos del Bloomsday, Gerry Dukes, dice que Joyce está siendo reposeído y, medio en broma, que este día debería ser proclamado festivo todos los años. Y el director de las páginas literarias de Irish Times toma a Joyce como bandera para proclamar a todo lo ancho del tabloide: " Es la hora de inclinarse otra vez hacia Europa".

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