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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Confusión polaca

DOS GRAVES crisis -la económica y la constitucional- se entrecruzan en la actualidad polaca. La primera se debe a que la reforma económica no ha dado los frutos esperados. La producción ha descendido en un 40%, el paro crece, y por primera vez desde que Walesa fuera elegido presidente han estallado movimientos huelguísticos en los servicios públicos y en diversas empresas. Al mismo tiempo, una crisis de orden constitucional enfrenta al presidente de la República y al Parlamento. A cuatro meses de las elecciones generales, Walesa ha exigido a los diputados que modifiquen la ley electoral, particularmente en un punto muy conflictivo: la utilización de las iglesias para la propaganda electoral, que la ley actual no permite. Walesa ha recurrido a la amenaza de adoptar medidas radicales, sin precisarlas, si se mantiene esa restricción. Al final, y por un ínfimo margen, el Parlamento se ha doblegado a la exigencia presidencial, lo que implica que se debe elaborar una nueva ley electoral. Con el riesgo de un retraso de los comicios.Pero es la crisis económica lo que más preocupa a la población. La reforma del ministro Balcerowicz, apoyada por el Fondo Monetario Internacional (FMI) y presentada como modélica en algunos círculos occidentales, está provocando tales resistencias que puede desembocar en un caos. El Gobierno, respaldado por Walesa, ha pedido al Parlamento poderes extraordinarios para poder legislar por decreto, lo que podría dar lugar a un nuevo choque entre esas instituciones. En una coyuntura en que una política de reconversión y austeridad es inevitable, el factor más negativo es la fuerte división de las fuerzas políticas, que reduce la confianza de la población en sus gobernantes.

Urgiría, pues, ir hacia unas elecciones generales. Pero Walesa quiere crear las condiciones más favorables para que las fuerzas de derecha, y en concreto el "partido del centro", dirigido por los hermanos Kaczynski -su principal apoyo-, puedan vencer en ellas. Si bien no hay una plasmación estable de los partidos políticos -incluso el outsider de las presidenciales, Tyminski, ha creado un partido llamado X-, la opción más moderna e inclinada a las pautas de Europa occidental se expresa principalmente en el partido Unión Democrática, fonnado por hombres de Solidaridad, y en cuya dirección se encuentra el antiguo primer ministro Mazowiecki, al lado de figuras históricas de la resistencia obrera, como Kuron y Frasyniuk.

En este marco, la reciente visita del Papa no ha ayudado a cerrar grietas en la sociedad polaca. Al contrario. Sus discursos se han esforzado por presentar ante los polacos una meta tan ambiciosa como discutible a finales del siglo XX: ser punta de lanza de la "recristianización" de Europa. Con el comunismo hundido, sus ataques se han centrado contra un tipo de Europa asimilada a materialismo, consumismo, olvido de la familia, divorcio, aborto, etcétera. Esta actitud no ha encontrado el eco que cabía esperar, pensando en anteriores viajes de Juan Pablo II. Por primera vez, y precisamente en esos temas de la moral sexual, los anticonceptivos o el aborto, se observan brechas serias entre la Iglesia y la población polaca.

En las próximas elecciones es muy probable que estos temas ocupen un lugar importante. Y más aún con la decisión, impuesta por Walesa, de que las iglesias sean lugares aptos para la propaganda electoral. Ello apunta hacia un tipo de beligerancia política de la Iglesia poco favorable a la democracia, intentanto imponer a la sociedad polaca verdades apriorísticas que no deben depender de lo que vote la mayoría de los ciudadanos.

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