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Encuentro sobre los cementerios como "arquitectura viva"

Las relaciones entre necrópolis y ciudad, analizadas en Sevilla

Margot Molina

La arquitectura de los cementerios ha permanecido durante este siglo de espaldas a las vanguardias artísticas y olvidada por los amantes del arte. Los monumentos funerarios se han multiplicado siguiendo los modelos románticos del siglo XIX y ha aparecido, como en otros campos de la sociedad, la producción en serie de la obra funeraria. Hoy comienza en Sevilla un encuentro para estudiar la necrópolis como "un espacio arquitectónico vivo".

El I Encuentro Internacional sobre los Cementerios Contemporáneos, Una arquitectura para la muerte, se celebra en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Sevilla, desde hoy y hasta el sábado, organizado por la Consejería de Obras Públicas de la Junta de Andalucía, con asistencia de unos 300 especialistas. En la sesión inaugural, titulada El cementerio contemporáneo. Historia y arquitectura (1750-1950), intervendrán, entre otros, Luis Fernández Galiano, arquitecto y profesor; Rosario Camacho Martínez, historiadora del arte; Julio Cacciatore, arquitecto argentino, y Renato Parada, arquitecto chileno.Un nuevo movimiento, que comienza tímidamente en la década de los setenta con arquitectos como los italianos Aldo Rossi y Carlo Scarpal intenta devolver a la necrópolis el protagonismo del que disfrutó en la Antigüedad Clásica o durante el siglo pasado y convertirla así en un "espacio arquitectónico vivo en el que se den cita todas las innovaciones artísticas", según explica Javier Rodríguez Barberán, historiador del arte. En opinión de Barberán, responsable científico del primer Encuentro Internacional sobre Cementerios Contemporáneos, actualmente sólo se intenta controlar el crecimiento anárquico, propiciado por los modelos de cementerio jardín del siglo pasado, y se busca una imagen unitaria. "En general se reivindica el uso del nicho y se intenta restringir la libertad de creación en las tumbas individuales, qué deberán cumplir una serie de condiciones mínimas".

La solución al problema del espacio, uno de los principales que sufren estos recintos, pasa según los expertos por establecer una red de cementerios para las grandes urbes. "El cementerio y la ciudad son el anverso y el reverso de una misma moneda", dice Barberán.

Lugares y tendencias

Las primeras construcciones durante el siglo XIX son, según los estudios realizados por el historiador sevillano Javier Rodríguez Barberán, lo que se ha calificado como cementerios utilitarios, en los que la arquitectura aparece reducida a la mínina expresión.

"El siguiente paso es el cementerio-jardín, cuyo máximo exponente es el de Père Lachaise, construido en las afueras de París en 1804. Se trata de aprovechar los accidentes geográficos, sobre todo las colinas, para incorporarlos a la estructura de la necrópolis, creando así una mezcla de ruinas y vegetación que le confieren un aspecto de lugar abandonado".

En este ambiente proliferan los monumentos revivalistas que recordaban a los grandes enterramientos egipcios, orientales o medievales.

Paralelamente a estas tendencias urbanísticas, se desarrollaron los cementerios mediterráneos, en los que conviven monumentos funerarios de todos los estilos, la mayor parte de los cuales han sido producidos en serie. "Aquí la arquitectura le gana la batalla al terreno libre y se configura un paisaje abigarrado, en el que surgen los enterramientos en nichos".

Después de un largo periodo de olvido, casi un siglo, los arquitectos italianos Aldo Rossi, autor del proyecto del cementerio de San Cataldo (Módena) en 1974, y Carlo Scarpa, quien diseñó la tumba de la familia Brion en Altivole, advierten que la arquitectura funeraria tiene la calidad intrínseca de la obra de arte, además de un contenido simbólico fuerte que la hace distinta a otro tipo de edificios. Antes de Rossi y Scarpa, arquitectos como Antonio San-t'Elia y el español Teodoro Anasagasti trabajaron en los proyectos visionarios de los años veinte.

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Sobre la firma

Margot Molina
Ha desarrollado su carrera en El PAÍS, la mayor parte en la redacción de Andalucía a la que llegó en 1988. Especializada en Cultura, se ha ocupado también de Educación, Sociedad, Viajes y Gastronomía. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid. Ha publicado, entre otras, la guía de viajes 'Sevilla de cerca' de Lonely Planet.

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