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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Intimismo sin intimidad

Tanita Tikaram

Tanita TIkaram (voz, guitarra), Mark CresweIl (guitarra)-, Bob Noble (teclados), David Hayes (bajo), Nick France (batería), Richie Buekley (saxo), Steve McDonnell (trompeta), Simon Walker (violín). 800 personas. Precio: 3.500, 3.000 y 2.500 pesetas. Palacio de Congresos y Exposiciones. Madrid, 29 de mayo.

Cuando Tanita Tikaram comenzó a cantar Hot pork sandwiches -canción incluída en Everybody's angel, el tercer disco de su breve y fulgurante carrera-, el recuerdo de Van Morrison planeó con claridad. La cantante de 21 años, de origen malayo, natural de Münster (Alemania) y vecina de Londres, rendía homenaje en un recital sobrio, distante y frío.

El ambiente no era para echarle calor al asunto. El Palacio de Congresos y Exposiciones -un recinto idóneo para este tipo de recitales, con 2.000 asientos de aforo- presentaba muchas butacas vacías, que se disimularon cuando el público del anfiteatro bajó a caldear la platea poco antes de aparecer en escena Tanita Tikaram, con 40 minutos de retraso. La cantante intentó conectar a través del gesto, cuando lo suyo es buscar la intimidad y crear una situación cómplice para canciones que hablan de soledad, de temores y de dudas.

En Madrid, consiguió pocos momentos íntimos, no permitió complicidades y ofreció su vulnerabilidad. Desde el comienzo, su voz grave, profunda, de tesitura casi imposible para una mujer que no sea Odetta, tuvo serios problemas de afinación. Los arreglos, bastante convencionales, no ayudaban a crear ese ambiente enigmático, presente sobre todo en su primer disco, Ancien heart, y la interpretación, muy acelerada alprincipio, tampoco contribuyó a la calidez. Pero volvamos a Van Morrison

Como el músico de Belfast, Tanita,Tikaram utiliza influencias rítmicas de la música negra, y construye muchas de sus canciones con líneas melódicas que planean sobre una sencilla estructura armónica. En estas condiciones, la capacidad interpretativa juega un papel fundamental, y Tanita Tikaram resultó demasiado lineal, al margen de desafinaciones.

Con esto de la afinación pasa algo curioso. Cuando Morrison o Camarón no alcanzan la nota buscada -una mala noche, problemas de voz, mal sonido en el escenario. -, su hondura es capaz de convertirel desafine en algo emocionante. No es el caso de Tanita Tikaram, que carece de esa profundidad -no en tesitura sino en intención-, que hace olvidar el fallo. Su grupo -tan profesional, tan pulcro, tan frío-, tampoco ayudó por su ausencia de matices en la interpretación y su monotonía en la utilización de los planos, con un sonido bien definido aunque algo subido de volumen.

El recital tomaba el camino de la decepción, hasta que Tanita Tikararrí comenzó con Twist in my sobriety una selección de su repertorio más lírico y reposado. Entonces, cuando Morrison se convirtió en Cohen, llegó la intimidad, la ternura, el abandono y el sosiego.Mark CresweIl mostró su personal arpegio en la guitarra; Nick France tocó la batería a media energía; el violín de Simon Walker adquirió calidez, y los teclados de Bob Noble subieron al techo en planos sonoros inéditos hasta entonces. Tikaram ya no situaba su voz que no se desgarra en terrenos del desgarro, ocupó -su lugar natural y el recital remontó el vuelo, dejando la decepción de lado.

La alegría duró poco, porque la cantante no parecía cómoda. Despedida fría, aplausos más corteses que apasionados, regreso para un bis y adiós definitivo. Habían sido 75 minutos de un recital simplemente correcto, basado en el intimismo y que no alcanzó la intimidad.

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