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Entrevista:

"La vida es viento y espiral"

Juan Cruz

Pregunta. ¿Cuál es hoy su concepto del artista?Respuesta. Lo define Beuys: cualquier hombre es un artista. Para mí, el concepto artista lo asumo como un cliché: yo soy un artista dentro de un entorno determinado, pero todo estaba previsto. La posibilidad de la comunicación ha cambiado todo en el arte: ha creado un nuevo modo de entender y un nuevo modo de estar ante la realidad. Lo que es evidente es que todo eso ha de influir en la concepción del artista. Dejó de ser importante el esteta reducido en su mundo: me empieza a interesar más el hombre de la reflexión, integrado en la vida, con una gran procacidad en cuanto a su quehacer: ha dejado la torre de marfil y se ha puesto en la realidad como un protagonista, no como un espectador.

P. ¿Cómo han influido en usted las restantes formas del arte y del pensamiento?

R. Yo nunca tuve fronteras: leer ha sido una de mis misiones, tener información adecuada ha sido un objetivo y mantener la conciencia social que fue emblema de mi época sigue siendo un propósito. Con esos materiales se ha fabricado una personalidad que ha huido de la especialización para acercarse a lo que yo siempre he creído que ha de ser el hombre nuevo: un ser interesado por todas las cosas.

P. Su generación -la generación de Millares, de Torner, de Zóbel- actuaba en grupos, y usted mismo está en la foto fundacional de El Paso, a pesar de ser todo ellos individualidades muy definidas. ¿Cómo pudieron desprenderse de aquella individualidad para estar juntos?

R. En un mundo como aquel en el que vivíamos teníamos que defendernos: la falta de eco de todo lo que decíamos hizo que nos buscásemos y nos complementásemos unos hombres con los otros para construir una personalidad más consolidada. Yo creo que el grupo El Paso fue un momento coyuntural de la vida española: la tierra baldía, el millón de muertos, la desolación, la represión. Y de pronto surge un grupo de gente diciendo cosas distintas, construyendo un mundo nuevo, manteniendo una tesis. Ésa fue la virtualidad del grupo, y por eso fue eficaz y su acción perdura.

P. Usted ha mantenido un largo silencio como artista en España, volcado en la promoción de cultura. ¿Qué ha sacado usted en claro de esta experiencia?

R. Llegué a ese mundo por casualidad. Mi integración en la gestión cultural fue apasionada y racional, y de ella he sacado en claro, por un lado, un enriquecimiento que me ha hecho crecer en una dimensión inesperada para mí y, por otro, me he dado cuenta de que en este país hay una carencia fundamental: la de instituciones altamente profesionalizadas que gestionen la cultura de acuerdo con el nuevo concepto de lo contemporáneo.

P. ¿Y cómo le ha afectado a usted el silencio como artista?

R. Ha sido saludable: son momentos de reflexión importantes. No estuve inactivo: seguí trabajando, con otro ritmo y con otras pretensiones, y me parece que eso significó una maduración de ese hombre nuevo por el que yo estoy apostando. Existía un cierto cansancio de moverme en los circuitos como un artista a la usanza clásica, un hombre que hacía exposiciones periódicas, que vivía lujosamente por la capacidad de ocio que tenía. Pero tenía una gran insatisfacción. Haberme acercado más a la realidad me ha llevado a una premonición que yo tenía con respecto a cuál debía ser el hombre nuevo en detrimento del hombre artista. Ese silencio me ha hecho otro, y me ha dado una gran tranquilidad.

P. ¿Cómo surgió en usted la necesidad de esculpir?

R. Yo creo que esculpía desde siempre. De jóvenes, Manolo Millares y yo pensábamos que éramos artistas y nos habíamos dividido el mundo: él era el pintor y yo era el escultor. Yo creo que tenía dentro ese sentido de lo táctil, de lo corpóreo.

P. El viento y la espiral son símbolos de toda su obra, como se ve en la exposición que presenta ahora. ¿Cómo llega a esa metáfora?

R. Un tema que siempre me atrajo de los guanches aborígenes de mi tierra fue el dibujo circular, la espiral. Un día supe, que el viento se movía en espiral y que el germen de la vida está en una pequeña semilla que también se desarrolla en espiral. La vida es viento y espiral: ése podría ser el emblema de mi escultura.

Sentido moderno

P. ¿Qué escultores hay en su memoria?

R. Donatello, sobre todo: la fuerza, la austeridad. Leger. Miguel Ángel. ¿Moore? Por conocimiento: yo prefiero una máscara africana.

P. ¿Y qué ha aportado al símbolo general de la escultura la escultura española contemporánea?

R. Desarrolló lo que tenía previsto Julio González: todos tenemos ese punto de partida. Menos Oteiza, que ya era europeo. Y creo que lo que aportamos es la puesta en marcha de la escultura en su sentido moderno, en el mundo de la abstracción. Chillida aporta una gran dramática. La mía es una escultura más metida en una contradicción: más polémica, menos clásica.

P. ¿Qué vamos a ver en estos tres meses de exposición antológica?

R. El resultado de un riesgo, en el que me sitúo a la hora de crear: desde la belleza establecida no se hace belleza, y yo trato de llegar a ella. La exposición entera es una escultura, una sola escultura que se envuelve y se desenvuelve. Y fundamentalmente lo que hay es una reflexión sobre el origen, las raíces propias.

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