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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Autonomía kurda

EL ACUERDO de principio firmado ayer en Bagdad por Sadam Husein con una delegación kurda encabezada por el mítico líder Jalal Talabani, secretario general de la Unión Patriótica de Kurdistán (PUK), consagra nuevamente el principio de autonomía kurda "dentro de un Irak democrático". En el plazo de una semana se firmará sobre este borrador un acuerdo definitivo basado en el tratado de autonomía que ya suscribieron ambas partes en 1970.En 1983, Talabani y Sadam Husein acordaron un alto el fuego para iniciar unas negociaciones cuyo objetivo sería la delimitación de lo que, de acuerdo con el tratado de 1970, debía ser la región autónoma de Kurdistán. Las negociaciones se rompieron en 1985; el PUK acusó al Gobierno de Bagdad de persecución y genocidio y volvió a la lucha armada. Era un mal momento para Irak, inmerso en su sangrienta guerra con Irán, y a Sadam no le resultaba fácil controlar la actividad guerrillera kurda. Sadam Husein ofreció a los kurdos una amnistía que Talabani rechazó.

El alto el fuego entre Irak e Irán en agosto de 1988 permitió al dirigente iraquí enviar más tropas al norte para, fiel a su trayectoria, diezmar a los kurdos, que ahora actuaban coligados -al PUK se había unido el Partido Democrático de Kurdistán (PDK), de Masud Barzani- Utilizó armamento químico para conseguirlo y tuvo el cinismo de negarlo. Un mes más tarde renovó su oferta de amnistía en el marco "de un nuevo Irak democrático". Exactamente lo mismo que ha hecho después de suprimir brutalmente la revuelta kurda de marzo del presente año (una rebelión a la que lamentablemente no fueron ajenos quienes acababan de derrotar a Sadam en Kuwait: veían en ella una ocasión relativamente cómoda de derrocar al dictador iraquí). Considerando el poco respeto con que Sadam se ha enfrentado a los temas de la autonomía kurda y de la democracia en su propio país, oírle ahora hablar de ambos conceptos plantea serias dudas sobre sus intenciones definitivas. Pero, como ha dicho Talabani, no queda más remedio que confiar que esta vez sea la definítiva.

El comentario refleja bien la poca esperanza que tienen los kurdos en la ayuda que pueden esperar del exterior. Parecen reconocer con pesimismo que, finalmente, sus únicas opciones viables están en Bagdad. Ello explica el llamamiento del líder del PUK para que las tropas extranjeras abandonen el territorio iraquí. Más interesante aún resulta que Talabani haya destacado el papel de la ONU en el amparo de los refugiados kurdos: es sensato que los cascos azules sean los que intervengan en la situación para apaciguarla. Para eso están. Los aliados -tras decidir la no intervención militar en defensa de los kurdos- deberían haberse dado cuenta de ello, para montar la misma operación de protección, pero revestida del único manto que ahora tiene cierta garantía de respetabilidad: la ONU.

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