Oficio de inventar

EL REY entrega hoy el Premio Cervantes de Literatura correspondiente al año 1990, en la Universidad de Alcalá de Henares, al narrador argentino Adolfo Bioy Casares, con arreglo a un ritual que cada año permite al galardonado exponer su concepción del arte literario y su utilización de la lengua española, que ha justificado la primera distinción que en nuestro país se otorga a un escritor. Bioy Casares, con la sencillez y la liberalidad que le caracterizan, ha adelantado, en declaraciones a los medios de comunicación, las preocupaciones y el esfuerzo que ha conllevado la redacción de este discurso, al que atribuye una significación equivalente al alto significado del premio. Como narrador que esencialmente es, Bioy se ha reservado en dichas declaraciones una parte del discurso, para mantener la expectativa del oyente, añadiendo así la intriga a la reflexión.No podía ser de otra manera en el autor de una de las obras narrativas más prolíficas, amenas y originales de la literatura latinoamericana. Su fidelidad y sus concomitancias con Borges nunca le privaron de su propia voz, ni el culto a la literatura anglosajona empañó la renovación de la novela y del cuento que durante más de medio siglo Bioy ha llevado a cabo. Sorteando el conceptualismo y cimentando sus relatos en el humor, la ironía y la complejidad de lo evidente, este peculiar escritor es, sin duda alguna, un maestro de la novela y del cuento. Ningún relato de Bioy, ni siquiera en los que la fantasía pone en riesgo la imaginación, resulta pretencioso o aburrido.

Probablemente, el primer acierto de la concesión del Premio Cervantes radica en el uso de la lengua que ha posibilitado la obra de Bioy Casares. Su lucidez y su sagacidad narrativas se han hecho explícitas recientemente en la larga entrevista publicada en libro con el título de Bioy Casares, a la hora de escribir. A la hora de premiar, el jurado del Cervantes ha ensalzado en esta ocasión la riqueza y la vivacidad de un estilo, sin el que la narrativa apenas es anécdota y cháchara y en el que inexcusablemente se fundamenta el bello oficio de inventar.