Taurinos de academia
Lo académico puede ser una calificación peyorativa: un pintor muy académico es poco imaginativo; para bailar sevillanas no es lo mismo "ser de academia" que saber bailarlas; una flamenca de academia perderá siempre el envite frente a una gitana que haya mamado el arte. La diferencia entre la apariencia y la esencia, la distancia entre la forma y el fondo, el abismo entre lo sentidovivido y lo racionalizadoaprendido, por un lado, y el impulso creador y la imaginación.El otro día, en las corridas de pre-Feria, nos tocó detrás un aficionado de academia. ¡Tarde inolvidable! Estuvo tcda la tarde amargado, porque las cosas no se hacían como él tenía aprendido que debían amargarnos la tarde a todos los de su alrededor. Menos mal que la gente no estaba dispuesta a agobiarse.
Estaba el torero, joven pegapases triunfador en plazas del centro del planeta taurino, intentando la decimonovena serie de redondos y el toro no se movía ni un milímetro, después de haberse recorrido la plaza de un lado a otro media docena de veces y después de haber hecho que el torero fuera detrás de él por donde al bicho le había dado la gana. Y el taurino académico nos retransmitía, como sí él fuera Matías Prats y como si nosotros no lo estuviéramos viendo, lo que estaba pasando y las causas por las que pasaba. Y hablaba de que había que cruzarse con el toro, y de que había que enseñarle la panza, que no el pico, de la muleta, y, explicaba que dándole un poquito de distancia y de respiro, ahora y entonces, sí, era posible instrumentar los lances derinitivos. Un viejo con gorrilla que estaba más arriba dijo: "Déjalo ya, niño... Si el toro lo que quiere es un vasito de agua, que está harto de pasear". La lógica formal y la elipsis creadora.
Un banderillero, perseguido de cerca por otro toro, trastabilló y se dio de boca -¡Boom!... en toda la plaza- contra el burladero. El académico reflexionaba sobre la mala ejecución del encuentro y sus consecuencias, pero otro hombre joven dijo: ¡Se murió Walt Disney de viejo, y no llegó a pintar tantas estrellas como las que ha visto ese muchacho en un momento!". La teoría y la realidad. El tendido entero se volvió para agradecerle el respiro.
A partir de entonces, el aficionado de academia se calló. La gente siguió viendo la corrida, cada uno sintiendo lo que podía y todos esperando que se produjera algún instante sublime. No sucedió nada, pero, desde luego, no fue por culpa del Reglamento o de su desconocimiento. Simplemente, ni había toros que valieran, ni había toreros que los entendieran.
(Recuerdo final: el académico hablaba castellano con cerrado acento mesetario).
José Rodríguez de la Borbolla profesor de Derecho del Trabajo de la Universidad de Sevilla, fue presidente de la Junta de Andalucía.
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