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Kohl, recibido con frialdad en la ex RDA

ENVIADO ESPECIAL El canciller Helmut Kohl salió ayer relativamente bien librado de su encuentro con los irritados ciudadanos de¡ desaparecido Estado alemán comunista, a quienes evitaba enfrentarse desde que se paseara triunfante, el pasado mes de noviembre, durante la campaña electoral que le consagró como el canciller de la Alemania unificada. Tan sólo media docena de huevos, que erraron el blanco, y algunos abucheos salpicaron su paso casi clandestino por Erfurt, en Turingia, subrayando su pérdida de popularidad en la ex RDA.

El canciller, pese a que según su portavoz no tenía miedo a enfrentarse a cielo abierto con los alemanes orientales, evitó finalmente mostrarse ante las masas. Sin embargo, aunque la jornada transcurrió en los despachos de los políticos locales, varios centenares de personas consiguieron mostrarle personalmente su desagrado aprovechando los escasos momentos en que se dejó ver en público.Kohl, en la conferencia de prensa que puso fin a su visita a Erfurt, achacó todos los males de lo que está sucediendo en la ex RDA a la terrible desorganización dejada en herencia por el viejo régimen comunista. A la defensiva, armado de paciencia, Kohl auguró una bonanza dentro de tres o cuatro años y explicó lo que es obvio, pero que él había ocultado, que enderezar una situación catastrófica no se consigue de la noche a la mañana. El canciller salió por la puerta trasera de la sede del Gobierno de Turingia para evitar encontrarse centenares de personas, algunos con banderas de la ex RDA que pretendían despedirle ruidosamente.

El canciller abucheado

Por la mañana, al salir de un servicio religioso en la catedral, un centenar de personas le abucheó y pidió su dimisión. La CDU, su partido, había organizado entonces el único acto de su apretada jornada en el que el canciller debía mostrarse abiertamente en público. Se trataba de un paseo desde la catedral hasta el hospital católico de Erfurt, algo más de 500 metros. El canciller apretó el paso ante la indiferencia de los ciudadanos y enfiló el camino del hospital arropado por un centenar de fieles que le aplaudían y seguido por más de 300 periodistas que habían acudido a la capital de Turingia. Se paró frente a una pequeña tienda de porcelanas, que supuestamente simbolizaba a los nuevos empresarios que están surgiendo en la ex RDA, y su propietario le regaló una bandeja dedicada. Ahí acabó todo. Kohl desapareció de la vista del público.Por la tarde, tras una serie de entrevistas con políticos locales y miembros de su partido, cuando entró en la sede del Gobierno de Turingia para entrevistarse con el presidente de este land, el democristiano Josef Duchac, se encontró con que le esperaban al menos dos centenares de personas, muchas de ellas portando crespones negros sobre los que estaba escrito el nombre de las empresas que han quebrado desde la unificación. Al traspasar el umbral del edificio, media docena de huevos salió disparada en su dirección. Ninguno alcanzó su objetivo.

La mayoría se estrelló contra la pared y uno de ellos hizo blanco en un miembro de las fuerzas de seguridad. El canciller, visiblemente irritado, se escabulló en el interior.

Sin embargo, pese a estos incidentes, lo cierto es que la capital turingia respiraba ayer un aire de absoluta tranquilidad dominguera sin que nada hiciera sospechar que el canciller alemán se hallaba de visita. Incluso, la exigua cifra de quienes le abuchearon demuestra por sí sola que su popularidad se encuentra bajo mínimos.

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En el Estado de Turingia concretamente, donde su partido arrasó en las elecciones, la reconversión industrial y la privatización llevada a cabo por el asesinado Detlev Karsten Rohwedder han provocado el cierre de grandes industrias de la ex RDA.

Por otra parte, a las cero horas de hoy, los polacos han empezado a entrar en Alemania sin necesidad de visado. Los temores a incidentes provocados por grupos racistas y neonazis que han anunciado que tomarían medidas de "protección" contra los extranjeros han llevado a la policía a reforzar la seguridad en todos los pasos fronterizos.

En Berlín, el actual alcalde, el democristiano Eberhart Diepgen, ya ha hecho saber que impedirá, por todos los medios, la reapertura del famoso mercadillo en el que los polacos efectuaban, antes y los meses después de la caída del muro, toda clase de cambalaches. Asimismo se espera la llegada de decenas de miles de gitanos sinti y roma, que, según parece, llevan todo el invierno agrupándose en las zonas cercanas a la frontera esperando entrar en Alemania.

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