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Exégesis de una victoria heroica

Ahora que el guión de la guerra planeada por Bush y los expertos del Pentágono se ha cumplido a la perfección, Estados Unidos ha confirmado su inigualable talla moral para dirigir el mundo, la economía norteamericana sale de su recesión gracias al choque energético de la Operación Tempestad en el Desierto, España ocupa por primera vez en su historia el lugar que le corresponde, los kuwaitíes expresan su júbilo en las calles de Marbella y el primer mandatario estadounidense se ha asegurado su reelección virtual tras haber borrado los efectos del síndrome de Vietnam y devuelto a sus enfervorizados ciudadanos su patriotismo y orgullo, quizá no sea ocioso analizar algunos puntos de lo ocurrido, aun a sabiendas de que ningún esfuerzo de reflexión individual será capaz de desdorar el consenso ético de Occidente en torno a la guerra y la heroica victoria de sus ejércitos y las de sus cipayos sobre el nuevo Hitler árabe. ¡Defender a la vez el derecho internacional y, el suministro de petróleo, indispensable en nuestras economías, no es una oportunidad que se presente a diario! ¡Estamos en la hora de los desfiles bajo lluvias de confeti y del repique unánime de campanas!No voy a extenderme aquí en los planes y maniobras de Bush y la CIA en los meses que precedieron al conflicto, crudamente expuestos a la luz pública en la obra del ex consejero del presidente Kennedy Pierre Salinger. Tampoco me detendré a examinar las transformaciones sucesivas del objetivo fijado por las Naciones Unidas, desde su primera resolución de condena de la invasión de Kuwait y exigencia de retirada incondicional iraquí, pasando por la imposición del embargo al agresor y su sustitución, sin darle tiempo de que surtiera efecto, con el recurso eventual a la fuerza para liberar el emirato, hasta la deriva paulatina de este último fin proclamado hacia la destrucción del potencial militar y económico de Irak y la caída de Sadam sin atender, horas antes de la devastadora ofensiva terrestre, a los esfuerzos de mediación soviéticos ni a la aceptación por Bagdad de las condiciones aliadas, lo que podría haber salvado docenas de miles de vidas humanas. Dejaré también de lado el triste papel de comparsa desempeñado por la Comunidad Europea y las Naciones Unidas: éstas últimas, como sabemos, "han servido de fachada y cobertura internacional a un conflicto esencialmente americano" (Arthur Schlesinger dixit), y el Ejército de la coalición no ha actuado bajo la tutela del Comité de Estado Mayor del Consejo de Seguridad previsto por la ONU, sino bajo el alto mando militar estadounidense. ¡Pequeñeces sin duda si tenemos en cuenta la importancia de la baza que se ventilaba y el resultado globalmente positivo del conflicto! ¡Quienes deciden los destinos del mundo no se paran en pelillos ni toman en consideración tales tiquismiquis legales!

A riesgo de "obstruccionar más la actividad del pensamiento humano con mamotretos de prosa inútil" -como escribía un coetáneo de Azaña-, me limitaré a proponer al desdichado lector, aturdido por la cacofonía de voces y estridentes cacareos de victoria, algunas consideraciones, tal vez irrelevantes tras los magnos acontecimientos que han conducido al establecimiento de este nuevo orden moral, jurídico y militar en el que ahora vivimos.

1. Bush y sus consejeros han aprovechado admirablemente la lección de Vietnam, impidiendo que la opinión pública de su país minara y , derrotara finalmente su guerra, como sucedió durante la presidencia de Johnson y Nixon. Para ello han recurrido a lo largo del conflicto a una censura sin precedentes de los efectos de su inaudito machaqueo aéreo y empleando una terminología neutralizadora -cazas invisibles, armas inteligentes, guerra limpia, operación quirúrgica, efectos colaterales, misiones deablandamiento, etcétera-, destinadas a escamotear el hecho casi impensable de la destrucción de un país oprimido e indefenso, desrealizando el mal y expulsando del lenguaje las palabras decisivas: petróleo y sangre.

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El control casi absoluto de la información televisiva mundial les ha permitido a su vez, mediante la programación cuidadosa del espectáculo abstracto de una vídeo-guerra -soldados propios sonrientes y pulcros, ataques a objetivos lejanos e impersonales, castillos de fuegos artificiales de efectos lenitivos y estéticos- hablar de "Bagdad iluminada como un árbol de Navidad" y anestesiar a centenares de millones de espectadores con imágenes suaves y analgésicas.

2. Durante las semanas que precedieron a la ofensiva terrestre de los aliados, los mandos estadounidenses informaron de que el número de misiones aéreas y toneladas de bombas arrojadas sobre el territorio enemigo habían rebasado en 20 días el de las operadas y lanzadas sobre la Alemania nazi durante toda la II Guerra Mundial. Dichas cifras, de por sí elocuentes, venían acompañadas de una masa de comentarios y glosas de la que espigamos algunos ejemplos antológicos: "Esta multiplicación de ataques aéreos a las posiciones iraquíes de Kuwait comienza a plantear problemas a los controladores aéreos, que temen explosiones en pleno vuelo'. 'Los aviones no disponen siempre de tiempo para arrojar sus bombas sobre sus objetivos, pues deben dejar su espacio a otros, cuya misión ya está programada", afirmaba. el lunes un oficial superior americano. 'La saturación del tráfico aéreo sobre Kuwait supera, con creces la del tráfico conjunto de los aeropuertos de Los Ángeles, Dallas y Atlanta" (Le Monde). "En Washington, el general Thomas Kelly, portavoz del Pentágono, afirmó que los bombardeos aéreos contra Irak no han alcanzado aún el estadio de una disminución de rendimiento, esto es, el momento en el que el porcentaje de destrucción por toneladas de bombas lanzadas comienza a disminuir" (ídem). "La fuerza aérea multinacional ha mejorado las tácticas y técnicas utilizadas [por los israelíes] en el valle de la Bekaa, y merced a las nuevas tecnologías han incrementado la capacidad de selección de los objetivos a neutralizar o destruir, con la mínima entidad de los medios aéreos necesarios en cada misión, con una mayor precisión, mayor eficacia e inferior número de pérdidas propias" (general José Sánchez Méndez, EL PAÍS).

Como los estrategas y especialistas occidentales no se recatan de señalar, la guerra del Golfo ha ofrecido una oportunidad ideal de ensayar las nuevas tecnologías técnicas y tácticas de aniquilación del enemigo elaboradas en los últimos años por el complejo militar industrial estadounidense. Los iraquíes, arrastrados a la aventura por la megalomanía de Sadam, han sido utilizados a conciencia como cobayas humanos.

3. Lo único que ha probado esta guerra es la aplastante superioridad técnica, militar y económica de Occidente y sus virreinatos sobre un dictador árabe que ha incurrido en la loca temeridad de desafiarle poniendo en peligro las fuentes de su aprovisionamiento energético. Mientras que por un resto de sentido común o falta de medios Sadam no ha ejecutado sus bravatas de utilizar el arsenal químico que usó contra Irán y los kurdos, los norteamericanos sí han empleado masivamente sin complejos, contra un Ejército quebrantado y en desbandada, napalm, bombas de aire y otras armas devastadoras moralmente repudiadas por la conciencia universal. Lo sucedido en los 42 días de guerra entre la coalición de todos los pode-

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Juan Goytisolo es escritor.

Exégesis de una victoria heroica

Viene de la página anteriorrosos del mundo y un dictador tercermundista -ni mejor ni peor que otros dictadores al servicio de los intereses occidentales- constituye una significativa escalada hacia el absolutismo negador y suicida de la modernidad incontrolada. Parafraseando lo que dijo Max Picard en otras circunstancias, esta guerra "ya no pertenece a la escala de lo humano, sino a la escala de lo que está más allá del hombre, a la altura de un instrumento de laboratorio o de la máquina industrial". Una simple comparación de las bajas en acción de guerra -56 norteamericanas, 15 británicas, etcétera, con las de los ¿100.000? cadáveres militares iraquíes- evoca no sólo brillantes episodios de nuestra conquista de América o del genocidio de Wounded Knee; manifiesta asimismo la consagración del más despiadado y brutal fundamentalismo, frente al cual el tan temido "integrismo" (¡) Islámico no es sino pataleta y griterío: el fúndamentalismo técnico científico, cuya más cruda expresión se cifra en los nombres de Hiroshima y Nagasaki.

La decisión de arrasar un país entero, un país, no lo olvidemos, cuna de la civilización humana, a fin de dar una buena lección a unos dirigentes que no eligió, no es una prueba, desde luego, de estatura moral. ¿Qué podemos opinar de una nación cuyos altos mandos militares, según testimonia Daniel Fisk, corresponsal de The Independent en el Golfo, comparaban al enemigo con cucarachas condenadas al exterminio y cuya opinión pública aplaudía en un 81% el bombardeo de objetivos civiles, después de haber visto entre dos anuncios publicitarios las imágenes atroces de lo acaecido en el refugio de Bagdad?

Como dice Oskar Lafontaine, candidato socialdemócrata a la cancillería en las últimas elecciones alemanas, "la destrucción de vida no es una política socialdemócrata". Es una desdicha para Europa y España que su voz no haya sido escuchada.

4. Israel ha demostrado ser una vez más el concesionario exclusivo del dolor europeo. Para quienes conservamos vivo el recuerdo de Auschwitz, es perfectamente comprensible que la amenaza de emplear gases contra los supervivientes del holocausto nazi nos haya llenado de horror. Por fortuna, dicha amenaza no se ha llevado a cabo y la falta de respuesta de Israel a la treintena de Scuds que, lanzados sobre su territorio, ocasionaron media docena de muertos, fue acogida en Occidente con un concierto de alabanzas, sustanciosas ayudas económicas y envío de armas avanzadas en premio a la "admirable paciencia" de su Gobierno. Pero nadie o casi nadie ha mostrado la menor comprensión por los 42 años de paciencia de los palestinos, expulsados de su patria desde 1948 o 1967 o sometidos en ella a un régimen de ocupación inhumano y víctimas desde el comienzo de la Intifada de una implacable y brutal represión. La muerte por bala de 22 adolescentes que desafiaron el toque de queda impuesto por los israelíes durante la guerra o la de docenas de millares de civiles iraquíes convertidos en antorchas humanas o pulverizados por las bombas de los B-52 procedentes de la base de Morón no han suscitado dolor ni compasión algunos. La existencia de dos pesos y medidas en Occidente, en función de sus intereses económicos y estratégicos, no puede ser más flagrante: las 140 resoluciones de la ONU tocantes a la política anexionista de Israel en los territorios ocupados han sido arrojadas tranquilamente a la papelera, mientras que las destinadas a Irak se han ejecutado sin contemplaciones, con el rigor que sabemos. ¡Qué espléndida lección de equidad para los pueblos árabes! Como parafraseaba hace 10 años en mi libro Crónicas sarracenas, "son orientales los países en donde cualquier guerra, cualquier genocidio son asuntos puramente locales, y occidentales, aquellos en los que la menor efusión de sangre es una tragedia de alcance universal".

5. Para llevar a buen término su gran designio épico, Bush necesitaba satanizar al adversario y forjar la imagen de un enemigo superpoderoso -¡la cuarta potencia militar del globo!- que justificara el colosal despliegue de fuerzas en la península Arábiga, aún a sabiendas de que el arsenal del adversario no podía compararse ni en broma, en términos cualitativos de tecnología avanzada, con el de su propio Ejército y los del Reino Unido y Francia. Sirviéndose de las fanfarronadas ingenuas o delirantes profecías apocalípticas que Sadam ofrecía en bandeja -no hay peor enemigo interior de los árabes que su funesta retórica-, ha logrado pegarle con éxito la etiqueta de "nuevo Hitler", comparación a todas luces inexacta por más que algunos intelectuales europeos de renombre hayan abundado en ella. Como recuerda oportunamente Règys Debray, Naser fue designado también el "Hitler árabe" cuando nacionalizó el Canal de Suez y los socialistas franceses de la difunta SFIO calificaron de "nazis" a los dirigentes independentistas argelinos durante su guerra de liberación. Sadam es, sin duda, un dictador nacionalista sin escrúpulos, cuya actuación en el campo de los derechos humanos merece por sí sola una absoluta condena. Pero es, sobre todo, una criatura de Occidente y la URSS, que le armaron hasta los dientes -aunque excluyendo previsoramente de sus listas de venta las armas más letales y avanzadas-, apoyaron a fondo su guerra de agresión a Irán, silenciaron el genocidio del pueblo kurdo y le otorgaron un certificado de "socio honorable". Quienes denunciamos dicha actitud no fuimos escuchados por los que a partir del 2 de agosto han apoyado a fondo la opción militar destinada a arrasar a Irak y no dejar en él piedra sobre piedra, descartando el recurso a otros medios eficaces y menos violentos.

6. Justificar la política imperialista de Estados Unidos y las potencias europeas en el Golfo en razón de sus regímenes políticos democráticos prescinde del hecho esencial de que no ha habido nunca correspondencia entre las libertades existentes en Occidente y el sistema de pillaje, opresión y violencia establecido por éste de puertas afuera. Cuanto hoy reprochamos a Sadam y a los "terroristas palestinos" fue invención nuestra: los británicos emplearon gases asfixiantes para someter a los kurdos de Irak en 1920, y los franceses, en 1925 contra los rebeldes rifeños; los secuestros aéreos de un avión sirio por Israel y otro marroquí por Francia, a fin de capturar a Ben Bella, se remontan a 1954 y 1956...

El mensaje democrático de Bush que ha servido de coartada a la guerra se compagina mal con su defensa a ultranza de regímenes autocráticos peores que el de Sadam en lo que toca a la condición de la mujer y el respeto general a los derechos humanos, así como con su alianza táctica con el dictador de Damasco, el gran responsable, junto a Israel, del drama de Líbano, del exterminio de millares de palestinos y la matanza de casi 30.000 islamistas en la ciudad siria de Hama.

7. El destino del mundo árabe se decide una vez más a espaldas de los árabes. Fueron las potencias euroepas, tras el derrumbe del imperio otomano, quienes trazaron fronteras caprichosas en el Oriente Próximo, se inventaron monarquías de opereta y originaron el conflicto judeo-árabe con la célebre Declaración de Bal Four, convirtiendo así a la región en un barril de pólvora. Como Francia y el Reino Unido en Versalles y los tres grandes en Yalta, Estados Unidos configurará el nuevo mapa de la zona conforme a sus intereses, sin que los pueblos del Machrek -con excepción de Israel y las petromonarquías del Golfo- puedan influir en el reparto de recompensas y castigos en la futura conferencia ratificatoria de la pax americana.

8. Cuando las armas no habían callado aún y un oficial británico participante en la liberación de Kuwait exclamaba, según refiere un corresponsal de EL PAÍS: "No tengo palabras para describir lo que he visto; cuando llegué, encontré una increíble escena: una carnicería. Muertos, mutilados y cuerpos calcinados se extendían por todas partes", los expertos económicos hablaban ya sin pudor de quién se llevaría la mejor tajada en la reconstrucción del emirato y lamentaban que nuestra participación menor en el conflicto no permitiera a nuestras empresas competir en condiciones de igualdad con las norteamericanas.

¡Inolvidables lecciones las de estos días! Gracias a mi escucha puntual de la radio, aprendí de voces respetables y autorizadas que había que destruir para poder reconstruir y reactivar la economía estadounidense, que la lógica de la guerra no se conformaba a veces con la lógica del dinero y la lógica de la industria armamentística desaconsejaba la supresión total de conflictos y tensiones en la zona que se extiende de Líbano a Afganistán...

¡Gran Dios! ¿Por qué no nos mencionaron en las aulas universitarias la existencia de semejantes lógicas? ¿Qué esperan nuestros filósofos bien alineados para ilustrarnos en tan importantes temas?

9. Las manifestaciones de solidaridad con Irak en el Magreb, que tanta inquietud han causado en Europa, reflejaban no sólo una fugaz e ilusoria identificación de las masas con el "nuevo Saladino" vengador de la "arrogancia" occidental e israelí -fruto de su amarga fustración tras cuatro décadas de independencia-, sino también, a mayor profundidad y en el fuero interior de cada individuo, su repulsa visceral a la destrucción por Occidente de un país de su misma religión, cultura y lengua.

No obstante mi aversión a un dictador como Fidel Castro, ¿cuál habría sido mi reacción si una coalición de 30 naciones hubiese sometido la isla de Cuba al mismo tratamiento de choque que ha aplicado a Irak? La Habana, Cienfuegos, Trinidad y Santiago en escombros y decenas, tal vez centenares de miles de muertos, ¿no habrían provocado en todos los países de habla española la misma marejada de indignación?

10. Mis sentimientos de dolor e impotencia respecto a lo sucedido en esos 42 días de una guerra perfectamente evitable podrían resumirse en esta anécdota contada por Saadi: en una noche fría de invierno un mendigo llama a la puerta de un rico. Nadie contesta a su aldabonazo, pero una jauría de perros se abalanza a él. Para defenderse, el mendigo intenta coger una piedra que, pese a sus esfuerzos, no se despega del suelo, y entonces exclama: "¡Extraña época, que suelta a los perros y sujeta a las piedras!".

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