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Crítica:ROCK
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Los Ramones son los Ramones

Y punto. "¡One-two-three-four... !". Hasta esta evidente introducción para cada canción es en los Ramones personal e intransferible, una más de sus aportaciones sonoras y visuales para la galería de fetiches rockeros. Joey Ramone mide dos metros, pero su micrófono dos metros y medio. Lo inclina hacia sí como si de un gigantesco manillar de moto Scooter se tratara. Sobre él, la batería, y a diestra y siniestra, muy separados, el bajo y la guitarra completan el tríptico encaramados a sendos podios (iconografía ramoniana definitivamente merecedora de un sitio en los catálogos de nuestro tiempo, al lado de Marilyn y las sopas Campbell).La química de las canciones de la banda neoyorquina no ha caducado tras 15 años: tres, cuatro, incluso cinco acordes paseados por el mástil de la guitarra en. su postura fundamental (la denominada cejilla). El bajo y la batería sólo entienden el lenguaje punk-rock, y la voz idea melodías simples: parejas, pero siempre distintas. Pese a la simplicidad de los planteamientos, el mundo ramoniano es rico y variado. Los 12 discos originales de la banda cuentan con fulgurantes temas que inauguran el punk, líricas baladas de pop de los sesenta, tiempos medios teñidos de sentimiento dramático...

Los Ramones

Joey Ramone (voz), Johnny Ramone (guitarra), C. Jay (bajo), Mark Pell (batería). Aforo: 4.000 personas. Precio: 2.500 pesetas. Madrid, Pabellón del Real Madrid,6 de marzo.

Lamentablemente, nada de esto se aprecia en el directo. Los Ramones unifican su repertorio en una frenética sucesión de temas encadenados a 100 por hora y, además, a veces se confunden. Es tan precipitada su ejecución que los planos sonoros se entremezclan, la voz se pierde, los matices instrumentales -tan importantes en este grupo, que nunca realiza punteos de guitarra ni solos de batería- desaparecen. Así, verdaderos clásicos de la banda (Sheena is a punk rocker, Rock and Roll Radio, I wanna live) se ven despojados de la fragilidad adolescente con la que fueron compuestos, y sólo los temas viscerales ganan en e cambio.

Nada de ello parece importar a la legión de fans con que cuentan los neoyorquinos. El público disfrutó con el rodillo sónico que se le venía encima, y cientos de puños en alto complementaron la escenografía del recinto. E grupo ofreció tres bises, pero podían haber sido 30, porque ya se sabe que los Ramones...

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