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POSGUERRA EN ORIENTE PRÓXIMO

"¡Fuera Sadam, fuera Sadam!"

Nómadas que buscan refugio en Kuwait informan de la revuelta en Irak

Juan Jesús Aznárez
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Esta familia de nómadas asustada y triste llegó ayer a Kuwait en una miserable caravana de cientos de beduinos, egipcios y kuwaitíes. Todos huyen de Sadam Husein, de los disturbios del sur de Irak, del hambre y de la persecución.Hamed Abdul, con una niña de siete años de la mano, se acercó hasta las proximidades de la población iraquí de Safwan en busca de la comida que escasea en Basora. "Allí mucha gente se ha echado a la calle y grita: '¡Fuera Sadam, fuera Sadam!'. Los militares patrullan por las calles. Yo tampoco quiero a Sadam Husein, porque es un dictador". "¿Se asesina en las calles?", inquiere el periodista de una cadena de televisión de Estados Unidos, que a la vez pregunta a la niña si está asustada y tiene hambre. El padre dice que, según sus informaciones, las matanzas no son tantas como dicen, y la niña afirma no tener hambre ni estar asustada.

En otra columna de refugiados llegados al extrarradio de Ciudad de Kuwait, otro beduino asegura que muchos miembros del partido Baaz en el poder han muerto en los disturbios y no descarta que líderes religiosos iraníes hayan fomentado las revueltas aprovechando la gran presencia shií en poblaciones de ciudades como Nasiriya o Amara.

Una nube de humo, hollín y contaminación de varios kilómetros de largo se abatió ayer sobre Ciudad de Kuwait y a las 11 de la mañana los vehículos circulaban por sus calles con las luces de cruce y a velocidad lenta. Los helicópteros militares encendieron también los focos de visión nocturna y sobrevolaban con destellos las últimas caravanas del miedo y la miseria en el golfo Pérsico.

Desorden creciente

En una pequeña furgoneta Toyota de dos asientos delanteros y con la parte posterior sin protección contra las inclemencias del tiempo viajaban 30 personas: abuelos, abuelas, tíos, nietos, amigos, todos encaramados en una montaña de maletas, colchonetas, ropa vieja y suciedad. A veces sonreían, descalzos bajo la lluvia. Nadie sabía, otra lengua que la suya propia, y se hacían entender como podían. Algunos declaraban que los manifestantes iraquíes controlaban varios enclaves habitados y hablaban también de disparos y de crecientes desórdenes.La policía kuwaití vigilaba el movimiento migratorio mientras la oscuridad que amenaza graves alteraciones metereológicas era máxima a las tres de la tarde en la ruta que bordea medio centenar de pozos de petróleo ardiendo. El viento llevó el humo hacia el norte y creó un túnel tan negro y denso que no se divisaban los focos del fuego y aconsejaban detener la marcha.

"Hemos hecho mal. Deberíamos haber traído con nosotros unas granadas de las cajas abandonadas en el convoy iraquí bombardeado hace varios días. Podríamos cubrirnos la retirada si los iraquíes quieren deternos". Serio, sin lugar a dudas, convencido de la cordura de su recomendación, un periodista lamenta que no dispongamos de bombas de piña mientras nos adentramos en Irak rumbo a Basora. El último control norteamericano ha quedado 15 kilómetros atrás en un cruce dominado por una bandera de barras y estrellas donde dos furgonetas de soldados iraquíes, hasta ayer prisioneros de guerra, salen en dirección a Bagdad. "Out [fuera]", me dice el militar iraquí que conduce la primera furgoneta. Los dos vehículos desaparecen hacia el norte, pero minutos después regresan y se encaminan hacia las posiciones norteamericanas, no muy convencidos, al parecer, de la conveniencia de dirigirse a casa en ese momento.

Soldados y beduinos

Pequeñas columnas de 10 o 15 vehículos circulan también hacia Irak. Como la mayoría de quienes se mueven en uno u otro sentido de una carretera destrozada por las bombas, los integrantes de esos convoyes son soldados camuflados de civil o trabajadores beduinos empleados por los iraquíes durante los siete meses de ocupación. El Ejército de Kuwait inspecciona sus vehículos en busca de armas, pero sus ocupantes no portan otras defensas que el instinto de supervivencia. Un general que dirige la operación indica que una brigada de la Guardia Republicana dispara contra la población sublevada en el sur de Irak. Carros de combate calcinados, edificios desplomados, desolación y silencio y un perro que parece buscar el suicidio nos acompañan en el camino hacia Basora.De repente un camión militar surge veloz por un flanco de la ruta y de su cabina baja un oficial armado con un fusil AK-47. Nos ordena a ocho periodistas que regresemos a Kuwait inmediatamente e interrumpe nuestra entrevista con un viajero iraquí. Así lo hacemos sin rechistar.

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