Comienza la Berlinale del cine con extremadas medidas de seguridad
Con la proyección del filme francés Uranus, protagonizado por dos de los grandes intérpretes del cine europeo, Gérard Depardieu y Philippe Noiret, comenzó anoche en el Zoo Palast berlinés la 41, edición de la Berlinale Cinematográfica. Fue un comienzo sin pena ni gloria. Pero si esta vez la noticia no estuvo en las pantallas, sí lo estuvo fuera de ellas, en las calles que rodean el festival, y sobre todo en las estrictas y desproporcionadas medidas de seguridad de la organización de esta fiesta del cine, que así corre el peligro de convertirse en un funeral de lo que intenta festejar.
Lo primero que se han encontrado los acreditados a este festival es un curioso bando impreso sobre papel rojo cuyo contenido no tiene desperdicio y se ha convertido en única verdadera noticia del día. Se dice en él textualmente que "este festival quiere servir de puente entre las culturas y las naciones. En un lugar de encuentro y no de confrontación. Los acontecimientos en la región del Golfo y las amenazas de actos de terrorismo obligan a los organizadores a tomar medidas de seguridad para asegurar la seguridad (sic) de los participantes. Estas medidas no tienen por objeto limitar la libertad de opinión y su libre expresión".
Risas e indignación
Entre los periodistas acreditados, que son los verdaderos destinatarios de cualquier festiva] de cine, esta proclama ha provocado risas en unos e in
dignación en otros, aunque la reacción más generalizada es una mezcla airada y tensa de ambas cosas. De hecho, la única medida ostensible "de segu ridad" se aplica de forma casi exclusiva a la prensa, es decir, a quien tiene la misión de ejerce esa libertad de opinión que los organizadores aseguran que no pretenden limitar.Todos los periodistas acreditados hemos sido expulsados literalmente de los centros neurálgicos de la Berlinale y recluidos en un viejo palacio de congresos (el Congresshalle del Tiergarten) que se encuentra a varios kilómetros del Zoo Palast, en medio de un bosque y con casi entera imposibilidad de entrar en contacto con el festival propiamente dicho, al menos con la rapidez que requiere un trabajo informativo y crítico de esta especie. Al Congresshalle se le conoce como el Guetohalle.
Dada la medianía de la película francesa inaugural, una fortísima sensación de apatía abruma a las otras veces vivís¡mas sesiones de este festival. Los controles a los periodistas no terminan en los accesos al Guetohalle, sino que es allí donde realmente comienzan: control para entrar en las salas de proyección, control para tomar un café, control para entrar en las conferencias de prensa, controles en los lavabos. Se orina, por ello, bajo estricta vigilancia policial en este festival, que fue modelo en su género en lo que a libertad de movimientos se refiere.
La curiosa triple tautologíaque reza en la proclama ("medidas de seguridad para asegurar la seguridad") da idea del carácter delirante de ésta: "El personal de seguridad se reserva el derecho a controlar a toda persona en el lugar donde se desarrolle el festival. Estos controles pueden incluir el control (sic) de cualquier objeto o prenda de vestir".
Una periodista italiana indagó si entre las prendas de vestir se incluye también la ropa interior y no obtuvo información precisa al respecto, sino sólo vaguedades, por lo que resulta posible que asistamos en esta Berlinale a algún espectáculo adicional de destape.
Por otra parte, hay un apartado en este capítulo de seguridad que merece a pena subrayar. Dice textualmente: "SI lasautoridades del festival solicítan a alguna persona que abandone el lugar, esta persona deberá abandonarlo inmediatamente y con tranquilidad". La indicación es al mismo tiempo sutil y de una evidencia grosera: cualquier síntoma de resistencia, ya sea en falta de prisa o en modales, tendrá su adecuado control adicional, que no resulta aventurado imaginar como un acto de fuerza.
Una evidente llamada de la Berlinale a que los periodistas acreditados en ella seamos obedientes, hagamos lo que se nos dice con rapidez y sin rechistar. La comparación ha sido enunciada en viva voz ayer por la tarde en el vestíbulo del Guetohalle: "Esto es el Golfohalle. Hasta aquí llega la censura de la guerra".
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