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Tribuna:GUERRA EN ORIENTE PRÓXIMO
Tribuna
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Cuando llega el momento de la decisión

Una vez que el mando de la coalición antiraquí admite haber conseguido en gran medida los objetivos militares de la segunda semana de operaciones, a los planificadores sólo les quedaba tomar una gran decisión: iniciar la campaña terrestre o continuar durante algunos días más con las operaciones aéreas.Sin embargo, los últimos pasos de Sadam, las escaramuzas de sus unidades en el noroeste de Arabia Saudí, la toma temporal de Jafyi y, sobre todo, el avance de una columna de 1.000 blindados en el sur de Kuwait pueden significar que Sadam ha decidido ya por los propios aliados.

Líneas de comunicación

Durante la segunda semana de operaciones la aviación aliada se había centrado en la destrucción de las líneas de comunicación y aprovisionamiento de las tropas de Sadam, de tal forma que se consiguiera aislar lo más posible el Ejército iraquí desplegado en Kuwait del resto de las fuerzas. Al mismo tiempo se castigaban las divisiones de la Guardia Republicana.

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En la tercera semana de hostilidades, el mando aliado pensaba asignar gran número de sus misiones aéreas al castigo directo de las unidades en Kuwait. ¿Por qué? Porque si de verdad no podían reavituallarse desde Irak, el medio millón de hombres emplazados en Kuwait dependería exclusivamente de cuanto allí pudiera haber almacenado en munición, repuestos, medicinas y víveres.

Si golpes quirúrgicos acabaran con los depósitos de agua y comida se pondría a las tropas en la tesitura de no poder resistir físicamente. Nadie puede aguantar sin beber, ni siquiera un soldado iraquí. En el peor de los casos, operaciones masivas contra las unidades dejarían con el paso de los días un Ejército muy mermado en sus capacidades.

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Como para los aliados se trataba de evitar a toda costa un duro combate en el que se produjeran muchas bajas, la posibilidad de que se inclinaran por una campaña terrestre contra las defensas iraquíes ahora era baja. Sin embargo, luchar contra unidades que están en movimiento, alejadas de sus parapetos, ya es otra cuestión.

El ataque iraquí es, mil itarmente, una arriesgada operación. Pero Sadam puede haberse visto obligado a lanzarlo. Por un lado, esperar significaba condenar a sus tropas a una continua erosión de la que no podía esperar nada bueno. Por otro, las informaciones de que las fuerzas terrestres de la coalición no se encontraban del todo preparadas, podrían haberle tentado a una desesperada maniobra de ataque. Para los aliados, eso evitaría tanto la decisión de avanzar como el coste de hacerlo contra unas defensas bien preparadas. Además, así, Sadam Husein vuelve a presentarse como el agresor.

Rafael L. Bardají es director del Grupo de Estudios Europeos.

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