Profeta del desastre
SADAM HUSEIN ha actuado y sigue haciéndolo como si su principal objetivo fuera cargar de razón a sus enemigos, y, dentro de ese campo, lamentablemente, a quienes han propugnado las respuestas más radicales a sus agresiones. No sólo desdeñó cuantas iniciativas fueron suscitadas para evitar la guerra, sino que, una vez iniciada la intervención aliada, ha procedido del modo que pronosticaron quienes siempre sostuvieron que era imposible cualquier acuerdo negociado.Para horror de cuantas personas e instituciones se han mostrado reticentes al estallido de las hostilidades -por considerar que existían otros medios para obtener los efectos perseguidos por Naciones Unidas-, Sadam Husein sólo esperó un par de días tras el bombardeo de Bagdad para lanzar sus misiles contra poblaciones civiles de Israel, con el evidente propósito de provocar la extensión del conflicto. Más tarde, la tortura, exhibición propagandística y utilización como parapetos humanos de los prisioneros de guerra vino a ilustrar hasta qué punto Sadam Husein era incapaz de respetar las normas asumidas por la comunidad internacional. Los incendios de pozos de petróleo en Kuwalt y, posteriormente, los vertidos al golfo Pérsico refuerzan desgraciadamente los argumentos de quienes consideraron que Sadam recurriría a una política de tierra quemada antes de soltar su presa,, y que ni embargos ni bloqueos le harían retroceder porque lo que buscaba era la guerra, incluso a riesgo de sacrificar a una generación de sus compatriotas e hipotecar el futuro ecológico- de toda la zona. -político, económico,escológico- de toda la zona.
No puede decirse que no hubiera avisado. A Julio César le costaba "tanto trabajo amenazar corno poco esfuerzo cumplir las amenazas". A Sadam, profeta de todos los desastres, ninguna de las dos cosas le produce embarazo. Por ello, si -pese a los iniciales desmentidos de Bagdad- existieron pocas dudas sobre la responsabilidad del régimen de Sadam en los vertidos fue porque, primero, ya amenazó con hacerlo, y segundo, ya lo hizo en una ocasión, en marzo de 1983, durante la guerra con Irán. Los expertos consideran que los vertidos pueden significar grave daño para la fauna y flora de la zona durante 200 años.
Es cierto que, en comparación con otros desastres producidos por la guerra, con su espantoso coste en vidas humanas, parece casi frívolo invocar ahora la amenaza de catástrofes ecológicas. Y es chocante que una parte de la opinión pública occidental, que apoyaba a Sadam Husein asignándole la virtud bíblica de ser un pequeño David, se despierte ahora escandalizada porque ha provocado un desastre en el hábitat del, Golfo. La estampa de cormoranes cubiertos de petróleo es un pálido reflejo de los desastres de la guerra si se la relaciona con las imágenes de Ics niños muertos en las calles de Bagdad o los cuerpos mutilados de Tel Aviv. Pero lo grave es que Sadam Husein es responsable de lo uno y de lo otro; de la muerte y de la miseria, de la destrucción y del dolor. Cerrando una y otra vez cualquier salida que no fuera IE. bélica, eligiendo siempre la solución que más aleje la paz, se ha convertido en el ángel de la guerra que prefiere la desolación a la vida.
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