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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El precio del conflicto

COMO ERA previsible, el principal centro de atención de la reunión semestral de los ministros de Finanzas y los gobernadores de bancos centrales del Grupo de los Siete (Estados Unidos, Alemania, Japón, Francia, el Reino Unido, Canadá e Italia) ha sido la reclamación de Estados Unidos de una mayor contribución de Japón y Alemania al sostenimiento de los costes económicos de la guerra en Oriente Próximo. La inclusión en la convocatoria de este año de una agenda extraordinariamente amplia y diversificada desbordó los iniciales propósitos de revisión del grado de coordinación de las políticas económicas y de estabilidad de los mercados Financieros, objeto habitual de estos encuentros. Temas como la situación económica en la URSS y su necesaria reinserción internacional, especialmente las posibilidades de asociación a las instituciones financieras internacionales (Fondo Monetario Internacional y Banco Mundial); el estancamiento en las negociaciones del GATT, y una serie de cuestiones vinculadas a la deuda externa de países en dificultades -Polonia, Brasil y Egipto, prioritariamente-, componían el originario plan de trabajo, elaborado previamente al estallido de la guerra.Las iniciales quejas del ministro de Finanzas francés acerca de la excesiva depreciación experimentada por el dólar estadounidense en los últimos meses cedieron su lugar a las críticas a las autoridades alemanas por su decidido empeño en propiciar elevaciones adicionales en los tipos de interés en el caso de Que las tensiones inflacionistas y las necesidades de financiación pública lo siguieran demandando. Es evidente que unas mayores remuneraciones sobre los activos financieros en marcos alemanes contribuirían a depreciar adicionalmente el dólar en tanto el desarrollo del conflicto no revitalice su carácter de valor-refugio. Más adverso será el Impacto de esas actuaciones unilaterales de Alemania sobre los otros países del G-7 (el Reino Unido, Francia e Italia) cuyas monedas forman parte de la disciplina del Sistema Monetario Europeo (SME), y, en consecuencia, se ven obligados en cierta medida a acompañar los movimientos de la moneda dominante -aunque las economías atraviesan momentos bien distintos- so pena de provocar un realineamiento de paridades en el SME.

Ese desacuerdo sobre el grado de adecuación de las políticas monetarias no ha impedido el compromiso global del Grupo de los Siete para mantener la estabilidad de los mercados financieros -estabilidad predispuesta a las perturbaciones que se deriven del desarrollo del conflicto bélico- en mayor medida que la experimentada hasta ahora. El convencimiento de que la guerra puede ser duradera o cualquier desarrollo adverso a la fuerza multinacional podrían invertir la reacción favorable mostrada hasta ahora por los mercados bursátiles, de divisas y del petróleo basándose en la inicial euforia de las primeras escaramuzas. El gradual deslizamiento del dólar tampoco ha hecho preciso, hasta el momento, intervenciones significativas en los mercados de divisas por parte de los principales bancos centrales.

Más allá de las lógicas cautelas sobre la estabilidad de los mercados financieros, el centro de la reunión fue la asunción de parte de los costes de la guerra entre Japón y Alemania. Es sabido que EE UU abordó el despliegue militar en una precaria situación de sus Finanzas públicas, cuyas perspectivas no han hecho sino agravarse a medida que aquella economía se instalaba en la fase recesiva en que ahora está inmersa. La factura que ahora pretende pasar a los Gobiernos de Japón y Alemania no tiene por concepto la salvaguardia del derecho internacional, sino la más prosaica preservación de la continuidad en el suministro de petróleo, del que ambas economías son dependientes. Las promesas de incrementos adicionales en su contribución al sostenimiento de las fuerzas aliadas serán más difíciles de concretar en Alemania. El presupuesto del reunificado país deberá afrontar los elevados costes de la absorción de la extinta RDA, que, sin apenas impacto en el esfuerzo directo-inmediato del contribuyente, no han sido aceptados de buen grado. A ello, el Gobierno de Bonn deberá añadir el impopular impacto del respaldo al despliegue militar, a juzgar por las manifestaciones y protestas de buena parte de sus ciudadanos.

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No deja de ser paradójico que sean Estados Unidos y el Reino Unido, los dos países más directamente implicados en el conflicto, los que presentan una situación económica más debilitada y, en consecuencia, más directamente necesitada del apoyo del resto. El futuro del Grupo de los Siete deberá ampliar sus preocupaciones no sólo a la necesaria estabilidad de los mercados financieros, sino a la adecuación de las políticas a una situación de economía de guerra.

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