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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Combinatoria vasca

EL INTENTO de formación de un Gobierno PNV-PSE en el País Vasco ha acabado en fracaso, pese a que ambas formaciones consideraban, tras la experiencia de los últimos años, que era la fórmula más deseable. Aunque las culpas políticas de un fracaso siempre son atribuibles a las dos partes, al PNV le ha faltado realismo. Condicionar públicamente el acuerdo a la aceptación por la otra parte de aquello que por adelantado se sabía que constituía la principal divergencia entre los aspirantes a socios significa apostar por el desencuentro. De entrada, es poco realista considerar que el ciudadano considere vital que su autonomía pase de disponer del 90% de su máximo de competencias potenciales a, pongamos, el 95%. Lo lógico es pensar que ante todo querrá saber qué se propone hacer el nuevo Gobierno autónomo con ese 90% de facultades que tiene reconocidas. Además, el PNV no podía ignorar las dificultades de todo orden, incluido su dudoso encaje constitucional, que planteaba la aceptación de las reivindicaciones de que ha hecho bandera en esta negociación.Sobre dos de ellas, la creación de un banco público vasco y la participación en las empresas de titularidad (o con participación) estatal, existía posibilidad de acercamiento. Pero la tercera -transferencia a la comunidad de la capacidad para recaudar y administrar los recursos de la Seguridad Social mediante una caja autónoma- incide en el corazón mismo de aquello que la Constitución considera básico para garantizar la unicidad del orden económico nacional. Los sectores más doctrinarios del PNV sostienen, sin embargo, que una interpretación flexible de la Constitución y del Estatuto de Gernika permitiría esa transferencia. Y afiaden que si el problema es la ruptura del principio de solidaridad interterritorial, estarían dispuestos a contribuir en la medida proporcional a un fondo de redistribución. Pero que algo sea -forzando las cosas al límite- posible no significa que sea deseable. Las razones políticas y morales que se oponen a la quiebra del principio de caja única son poderosas, pues se crearía un precedente que, en caso de generalizarse, privaría al Estado de uno de sus principales instrumentos de política económica. Y si no se generaliza estaríamos ante la quiebra del principio de solidaridad. El argumento del fondo de compensación es poco convincente: esa función es precisamente la que garantiza el criterio de caja única.

Tras el fracaso quedan abiertas varias alternativas. La más obvia, la de un pacto nacionalista (PNV-EE-EA). De momento hay conversaciones entre los dos primeros, mientras que la memoria de los agravios mutuos sigue dificultando el acuerdo entre los partidos de Arzalluz y Garáikoetxea. Este último parece desorientado ante una ruptura no prevista: su acusación al PNV era la de haberse vendido al poder central. Ahora se ve atrapado por su consigna electoral en favor de un Gobierno de concentración nacionalista, siendo así que seguramente se sentiría más cómodo en la oposición. Tampoco el PNV parece entusiasmado con la idea, de manera que entra dentro de lo posible que de las conversaciones tripartitas salga un acuerdo genérico PNV-EE, abierto en principio a su ampliación a un tercer socio que, en-tal caso, podría volver a ser el PSE. La fórmula respondería al criterio enunciado por el lehendakari.- una mayoría lo más amplia, social y políticamente, posible. Para que cuajara sería preciso variar la filosofia de la negociación. Y si no forjase, podría dar paso a una solución transitoria, Gobierno de minoría PNV-EE, eventualmente revisable tras las municipales.

Encaje de bolillos, ciertamente, pero que refleja la complicación de una situación caracterízada por la existencia de una mayoría nacionalista muy fragmentada, pero en la que esa misma fragmentación constituye la condición de existencia de tal mayoría: ningún partido podría hoy aspirar a recoger por sí solo a un electorado tan heterogéneo. Lo que, dicho sea de paso, anula los argumentos simplistas sobre la existencia de una mayoría natural que convertiría en artificial (contra natura, dicen con notable ignorancia de la historia) cualquier combinación en la que estuvíeran presentes los partidos no nacionalistas.

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