Al borde del caos
NUNCA HABÍA dibujado Mijaíl Gorbachov con tanto realismo la situación de la URSS como acaba de hacerlo ante el Congreso de los Diputados. Refiriéndose a los aspectos más graves del momento -el desabastecimiento y la disgregación del poder, a causa de la tendencia centrífuga de las repúblicas-, sus palabras fueron dramáticas: "Estamos al borde del caos". Para evitar que empeore la situación ha propuesto dos tipos de medidas: por un lado, concentrar en manos del presidente los poderes ejecutivos, con la creación de un Consejo de Seguridad al que correspondería la difícil tarea de restablecer el imperio de la ley en todo el país, y por otro -para dar una cobertura democrática a esa política-, convocar dos referendos en 1991: uno sobre el nuevo Tratado de la Unión, que debe definir las relaciones entre las repúblicas soberanas, y el segundo, sobre la conveniencia de legalizar la propiedad privada de la tierra.La gravedad de la situación es compartida por el Congreso de los Diputados; en cambio, las citadas propuestas han dado lugar a serias críticas. El problema de fondo es que en ellas no se tiene en cuenta la causa principal que ha determinado el terrible deterioto político-institucional que hoy se vive en la URSS. Existe un sector de diputados bastante numeroso -los ultras del comunismo, agrupados en la asociación Soyuz- para los cuales la solución está en volver a los métodos autoritarios. Gorbachov, en la fase actual, parece buscar su apoyo con un discurso complaciente que pone el acento en la necesidad de "acabar con la ilegalidad y los desórdenes". Los dirigentes con auténtico carisma popular, elegidos por los ciudadanos en los Parlamentos de las diversas repúblicas -empezando por Rusia-, han manifestado sus reproches a tales concesiones. Gorbachov cometería un error si intentase gobernar alejándose del sector más consecuentemente reformista.
El hecho de que numerosas repúblicas hayan proclamado su soberanía y rechacen la supremacía de las leyes de Moscú es una consecuencia de la propia perestroika, gracias a la cual salen a la superficie ideas y sentimientos nacionalistas amordazados durante décadas de totalitarismo. El mismo partido comunista se ha pasado del lado de las demandas nacionalistas en varias repúblicas. A menos que Gorbachov piense en el empleo de la fuerza -lo que no cabe descartar tras su amenaza de ayer de imponer el estado de excepcíón en las repúblicas rebeldes-, no cabe otro camino que la negociación, por dificil que resulte.
Recurrir a los referendos puede, por el contrario, exasperar las contradicciones. En el caso de la privatización de la tierra, el Parlamento de Rusia ha aprobado una ley que acepta ese tipo de propiedad, al lado de otros. ¿Puede ahora un referéndum en toda la URSS invalidar una ley ya aprobada? Es evidente que el tema puede generar un nuevo conflicto entre la URSS y Rusia, precisamente en momentos en que el clima de compromiso resulta imprescindible.
En cuanto al nuevo y decisivo Tratado de la Unión, la idea general de Gorbachov es, sin duda, la más sensata. Es cierto que en el mundo de hoy es aconsejable conservar un amplio mercado común y evitar la ruptura total de los lazos que existen entre las diversas repúblicas soviéticas. Pero eso sólo se logrará a través de la negociación, buscando fórmulas flexibles para casos que no son idénticos. El referéndum, por el contrario, provoca recelos en las repúblicas porque tiende hacia un tratamiento global y un¡forme, opuesto a las demandas específicas de las repúblicas. En tiempos de dificultad es discutible la utilización de la fórmula del referéndum, tan proclive a las simplificaciones maniqueas.
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