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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Catalán en Europa

EL PARLAMENTO Europeo aprobó el pasado martes por abrumadora mayoría un estatuto específico para el uso del idioma catalán en las instituciones comunitarias. El idioma catalán tendrá una presencia simbólica y política. Tendrá también un uso práctico en determinades actividades -informativas, en las actividades de la CE en Cataluña, en la traducción de los textos comunitarios-, si bien no se añade a las lenguas de trabajo de la Comunidad.Son dos los aspectos sobresalientes: uno es su impacto externo, su incidencia en la propia dinámica comunitaría. Las discusiones de Estrasburgo han evidenciado que el reconocimiento del catalán como "parte del patrimonio común de los europeos" es especírico para este idioma. Pero al mismo tiempo es una aproximación al tratamiento que se dará en el futuro a otros idiomas de amplia utilización aunque relativamente minoritarios, como buena parte de las lenguas de los países del Este que desean aproximarse al umbral comunitario.

Se trata, efectivamente, de la punta de lanza de un estatuto lingüístico intermedio entre las lenguas oficiales de los Doce y los idiomas estrictamente minoritarios. Desde este punto de vista resulta doblemente significativo el reconocimiento del catalán: por el realismo con que se afronta desde Estrasburgo y porque sirve como aportación singular, desde Cataluña y desde España, a la construcción de una Europa comunitaria en su reto de ampliarse hacia el Este.

La otra gran reflexión es el encadenamiento Cataluña-España-Europa que se ha puesto de manifiesto una vez más, y con éxito, en este asunto. Un encadenamiento de contenido y de proceso. De contenido: la Europa comunitaria reconoce ahora lo que lleva 10 años consolidado en los grandes textos jurídicos espafioles, la Constitución y el Estatuto de Cataluña, y cuya práctica debe extenderse a nuevos ámbitos de aplicación (el Senado español, el Instituto Cervantes y, de una forma más generalizada, el conjunto del sistema universitario español). Nunca en la historia moderna y contemporánea de Cataluña su idioma había alcanzado esta presencia, y hay que subrayar que la alcanza desde la triple realidad de su empuje popularcultural, de su autonomía política y de la Constitución democrática española. Encadenamiento también de proceso: la propuesta contaba con un trabajo previo de consenso entre los parlamentarios catalanes, que la maduraron hasta conseguir la unanimidad que, a su vez, generó el apoyo unánime de los grandes partidos políticos españoles, y ambas, la de los eurodiputados de todas las tendencias.

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Hace unos meses destacábamos que el camino del catalán en Europa había sido posible por la "mezcla de osadía y prudencia que enlaza con las mejores aportaciones de los políticos catalanes a la recuperación y afianzamiento del sistema democrático español". Ahora, el Parlamento de Estrasburgo ha reiterado esa misma calificación, recogiéndose así los frutos de una tarea bien desarrollada. ¿Acaso esta lección de unidad, de audacia y de prudencia no debería prodigarse en otros grandes asuntos?

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