'Idomeneo' abre en la Scala el Año Mozart
La inauguración de la temporada del teatro milanés se presenta bajo el signo de la austeridad
AGUSTÍ FANCELLI, ENVIADO ESPECIAL, Idomeneo es la ópera que Riccardo Muti ha elegido para rendir homenaje al bicentenario de la muerte de Mozart en la inauguración, hoy, de la temporada 1990-1991 de la Scala de Milán. Un homenaje, sin embargo, contenido, austero, en la línea que el director ha impuesto desde su nombramiento como titular del primer podio italiano: un único título mozartiano -y no de los más populares se incluye en la programación de este año. Con él, el teatro milanés estrena también nueva gestión: desde el pasado 3 de octubre Carlo Fontana es el superintendente del templo lírico, en sustitución de Carlo Maria Badini.
Hacía tiempo que en Milán no se respiraba un aire tan sereno ante una apertura de temporada lírica. No hay reivindicaciones laborales por parte de los trabajadores del teatro, no se han anunciado manifestaciones en contra de la ostentación de poder y riqueza que marca cada 7 de diciembre, festividad de San Ambrosio, patrón de Milán. Los ensayos se han celebrado puntualmente. No ha habido cancelaciones ni sustituciones de última hora, con la excepción, anunciada hace días, de la de Francesco Piccoli por Bruno Lazzaretti en el papel de Arbace. Carlo Fontana, superintendente del Teatro Comunal de Bolonia durante seis años, no podía esperar un inicio de temporada más apacible como responsable del teatro.En declaraciones realizadas a la prensa italiana en los pasados días, el nuevo superintendente se ha mostrado muy cauto a la hora de introducir novedades en la gestión. Un problema similar al que plantea el Liceo de Barcelona se le presenta de inmediato: la necesidad de renovar el escenario. Si en 1921, cuando Toscanini creó el ente autónomo, la Scala se situaba en la vanguardia tecnológica teatral, hoy el espacio disponible es alarmantemente insuficiente e impide programar un mayor número de representaciones que permitiría hacer frente a la creciente demanda. Disponer de un doble escenario sería la solución que Fontana anuncia, como posibilidad aún sin concretar, para 1995. En ese año deberían funcionar a pleno rendimiento el Teatro Lírico y el Puccini, que el Ayuntamiento milanés ha adquirido recientemente para la Scala y que próximamente, tras la previa definición del proyecto arquitectónico, empezará a reformarse. Pero Fontana no quiere precipitarse en sus decisiones: cuando en Italia se administra un presupuesto que ronda los 10.000 millones de pesetas -de los cuales el 32% procede de los propios recursos del teatro y el 68% restante de subvenciones públicas-, la prudencia es la mejor consejera.
Idomeneo es casi un símbolo de la austeridad de esta inauguración. Obra muy poco representada en Italia, no se estrenó en este país hasta 1947, en Venecia. A la Scala no llegó hasta 1968 y desde ese año sólo ha vuelto a subir al escenario en una ocasión, en 1984. Muti aborda la partitura, que considera auténtica "música del futuro" por las abundantes innovaciones de lenguaje, en un momento clave de su carrera: justo después de que durante la pasada temporada dirigiera La clemencia de Tito, ópera seria igual que Idomeneo.
La versión del director Italiano es, con algunos retoques, la que se estrenó en Múnich el 29 de enero de 1791. Pero Muti ha incluido dos arias más, que en la versión alemana quedaron mutiladas, y una escena de baile al final del tercer acto. Un dato curioso es que para esta escena Muti consultó en Moscú las anotaciones que Chaikovski, quien incluyó esta música en el programa del último concierto que dirigió, hizo sobre la partitura.
La dirección escénica recae en Roberto de Simone, un artista poco amante de las innovaciones y que coloca la acción en la Grecia clásica, como manda el libreto. En los principales papeles: Gosta Winbergh, Delores Ziegler, Patricia Schuman, Carol Vaness. Gente joven para un teatro que, sin renunciar a la tradición, busca su propio lugar en la modernidad de la ópera.
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