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Crítica:CINE
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Culpable de engaño

Presunto inocenteEn los relatos de intriga policiaca deductiva (el juego del asesinado y sus varios posibles asesinos: ¿quién de ellos es el verdadero?) se extrae la composición del relato de su desenlace. Conocida por los urdidores del argumento cuál es la identidad del asesino, el resto consiste en un artificio (si está bien hecho, a veces muy entretenido) de trenzados de pistas falsas y ciertas para confundir al espectador y sorprenderle al final con una variante argumental inesperada, en forma de sorpresa.Cuando se juega limpiamente a este artificio de pistas y despistes, no hay nada que objetar: se trata de una película menor, que juega a un juego archisabido y que no pretende otra cosa que tener en vilo a personal durante un par de horas, para que a la salida del cine haya sonrisas, éstas duren un rato y pasado éste se borren esas dos horas del recuerdo. Nada más y, cuando no hay cartas marcadas en la bocamanga, nada menos. Lo malo llega cuando existen esas cartas marcadas y los jugadores se convierten en cineastas tahúres, en tramposos de oficio. Y sucede esto cuando la película es creada por personas que quieren vestir el bonito, elemental y entretenido juego con pretensiones trascendentales y así poco menos que dar un baño de profundidades éticas a un gracioso asunto epidérmico. Es éste, y flagrante, el caso de Presunto inocente, película en la que las ínfulas intelectuales de gente tan seria y encumbra da como el gran Sydney Pollack, el no menos grande Harrison Ford y el más pequeño y pretencioso Alan Pakula no se conforman con mover con solvencia los hilos de una buena y enrevesada intriga, sino que pretenden conmovernos con ella y así soltarse la melena de un diagnóstico tonante y supuestamente comprometido, de índole social, jurídica y moral.

Dirección: Alan J

Pakula. Guión: Frank Pierson y Pakula, según la novela de S. Turow. Producción: Sydney Pollack y M. Rosenberg. Estados Unidos, 1990. Intérpretes: Harrison Ford, Brian Dennehy, Raúl Juliá, Bonnie Bedelia, Paul Winfíeld y Greta Scacchi. Coliseum, Benlliure, Novedades, Cartago, Aluche, Florida y (en V. 0.) California.

Ahí le duele al negocio de Presunto inocente: este negocio sobrevive porque la película tiene atractivos, se ve en general bien y la gente acude a verla, pero lo hace a costa de abarrotar nuestros ojos de engaños (no destinados a crear genuina emoción, sino a manipular con oportunismo la información que el espectador recibe), de y mentiras cinematográficas (continuos despistes en el enfoque de los flash-back o retrocesos temporales, destinados a desorientar al espectador para así poder reorientarle cuando les convenga a los cineastas tahúres) y otros fáciles y resultones trucos, que serían lícitos si no pretendieran disfrazarse de lo que no son: de verdades fílmicas. Y es, por tanto, su ambición de pretender ser algo lo que convierte a este entretenido y mentiroso filme en nada.

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