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¿Qué izquierda en el Este?

Si algo hay que recomendar ante el espectacular derrumbe del bloque del Este es prudencia, porque la amplitud y la rapidez del cataclismo y las incógnitas que éste ha dejado abiertas obligan a mirar las cosas con calma y a no precipitar juicios. De hecho, lo único que se puede afirmar hoy a ciencia cierta es que de la crisis del bloque del Este no va a surgir un. nuevo comunismo. Y a partir de esto se puede llegar a la conclusión legítima de que la izquierda europea sólo se podrá reconstruir en el centro y el este y reagruparse en el conjunto del continente en torno al eje global de socialismo democrático. El problema es cómo se va a concretar esta conclusión que, hoy por hoy, sólo es un principio general.La situación en los países del ex bloque del Este es, como era de esperar, muy confusa. Lo único que está claro es el rechazo radical de la experiencia anterior, presentada como una experiencia socialista y comunista. Pero en lo que se refiere a las perspectivas políticas y económicas no sólo no hay claridad, sino que se carece de puntos de referencia sólidos, entre otras cosas porque los que les podemos facilitar desde este lado de Europa sólo sirven parcialmente. Algo les podemos aconsejar en punto a transiciones políticas, pero nadie les puede resolver plenamente, desde la perspectiva del socialismo democrático, el problema del paso de un sistema económico a otro totalmente diferente, ni les puede asegurar los apoyos financieros necesarios. Las reformas en curso se están haciendo más bien por el sistema de la prueba y el error que mediante un plan sólido y acabado. Y las dificultades son tantas en cada país que todos ellos pueden ser desbordados por fugas hacia adelante de corte populista o por recetas neoliberales en estado puro. No hay más que ver el desarrollo de la situació n en Polonia y Checoslovaquia, que pueden llegar a ser bien pronto ejemplos de lo uno y de lo otro.

En estas circunstancias, los perfiles de todas las referencias políticas se difuminan y. es dificil saber dónde está la izquierda o la derecha, dónde está lo progresista y lo conservador. Los partidos políticos no existen en el sentido que aquí les damos. Y si casi ningún grupo político se autodenomina partido no sólo es por el rechazo a la utilización de este término por los anteriores sistemas de partido único, sino porque son grupos fluidos, Sin programas bien definidos ni estructuras sólidas.

En una reciente reunión en Praga entre una comisión del Consejo de Europa y todos los grupos políticos presentes en la Asamblea Federal checoslovaca, y después de que todos nos expusiesen sus programas y objetivos, tuve la oportunidad de formularles la siguiente pregunta: "Teniendo en cuenta que la Asamblea del Consejo de Europa está organizada en grupos políticos -el socialista, el popular, el liberal, el conservador y el comunista, llamado ahora de Izquierda Europea-, ¿a cuál de ellos se adscribirá cada uno de ustedes cuando Checoslovaquia se integre en el Consejo de Europa dentro de unos meses?".

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Las respuestas fueron enormemente ilustrativas, y no precisamente por lo que aclararon. Los representantes del grupo mayoritario -Foro Cívico-Opinión Pública contra la Violencia- se pronunciaron, uno, por el grupo popular, otro, por el grupo liberal, y un tercero manifestó su preferencia personal por el grupo socialista, hasta que el propio vicepresidente de la Asamblea admitió que lo más probable es que el grupo se escinda pronto en tres sectores. La confusión presidió también las respuestas de los demás, y al final el representante del partido comunista anunció que, en su caso, se integraría en el grupo de la Izquierda Europea, en el caso de que el partido como tal siga existiendo dentro de unos meses". Estoy seguro de que lo mismo, o algo muy parecido, ocurriría si se formulase la pregunta a los grupos políticos de Polonia, de Hungría y de Yugoslavia, e incluso a los partidos mayoritarios de Bulgaria y Rumania, para no hablar de la URSS, que es un problema aparte.

Esta confusión es comprensible. La experiencia de todas las transiciones a la democracia demuestra que, incluso en países donde no existían problemas tan enormes como el del cambio total del sistema económico, los sistemas de partldos que aparecen inicialmente son provisionales y hasta una fase ulterior no se consolidan. Ésta ha sido, por ejemplo, nuestra propia experiencia. En los países del Este, la falta de auténticas tradiciones democráticas, el trauma de la adscripción forzosa a un bloque por una fuerza militar extranjera, el peso tremendo de una historia de enfrentamientos nacionales, de minorías no integradas y de cambios violentos de fronteras y, finalmente, el fracaso del modelo económico han hecho las cosas todavía más complicadas. Las adscripciones políticas son tan difusas no sólo por los rechazos del pasado, sino por la dificultad de definir programas coherentes de reforma y de consolidación del futuro. Y son difusas también porque las divisorias políticas que se han consolidado en los países occidentales no pueden tener para ellos la misma significación: baste recordar, por ejemplo, que en todos estos países la palabra conservador es, para la mayoría de la gente, sinónimo de comunista.

Por todo ello es y va a ser dificil durante algún tiempo saber cuáles son los ejes reales de reagrupamiento de la izquierda europea en torno al socialismo democrático. Desde este lado de Europa resulta dificil identificar a los componentes de esa izquierda. Y para ellos tampoco resulta fácil orientarse ante un concepto general como el de so-

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J. Solé Tura es diputado socialista y presidente de la Comisión Constitucional del Congreso.

¿Qué izquierda en el Este?

Viene de la página anteriorcialismo democrático, que, más allá de unos principios generales que sirven efectivamente de puntos de referencia, en los países occidentales recubre situaciones muy diversas, experiencias distintas de gobierno y de oposición, elaboraciones programáticas no siempre convergentes y tradiciones diferentes.

En este contexto, tengo la impresión de que una institución tan fundamental como la Internacional Socialista no acaba de encontrar una línea clara de actuación y de definición. Sé que hay una importante discusión en su seno y que son muchos -entre ellos, los representantes españoles, todo hay que decirlo- los que temen que las consideraciones burocrático administrativas acaben predominando sobre otras y que se tienda a otorgar la etiqueta de miembros de la Internacional a grupos que quizá en otro tiempo [a tuvieron, y que en estos largos años la han preservado formalmente -reconociendo el mérito que esto pueda haber tenido, sin duda- pero que hoy no representan casi nada, o a gentes nuevas cuyo mérito principal es haber sido los primeros en llamar a la puerta. Algo de esto ha ocurrido Ya en Hungría y puede ocurrir en otros países.

Personalmente, creo que la izquierda de estos países no se podrá reconstruir sin integrar una parte sustancial de los reformistas de los antiguos partidos comunistas. Pero es evidente que éste es un problema muy serio que no se puede resolver con precipitación ni, desde luego, con consignas desde fuera. Los traumas históricos en estos países han sido muy fuertes y es dificil que hoy por hoy ninguna fuerza que quiera tener un mínimo de protagonismo en la construcción de la democracia acceda a colaborar con los ex comunistas. Por otro lado, el hecho de que la casi totalidad de los partidos comunistas del Este hayan cambiado rápidamente de denominación y hayan pasado a llamarse partidos socialistas acentúa la confusión. Pero precisamente por todos estos factores lo más aconsejable es no precipitarse en otorgar etiquetas oficiales. El socialismo democrático en los países del centro y del este de Europa surgirá, sin duda, de fuentes diversas: de los actuales grupos gobernantes en todos aquellos países, de grupos de la actual oposición y de los partidos ex comunistas, seguramente tras la previa disolución de muchos de ellos.

Por todo ello, la tarea de todos los partidos socialistas de Occidente, y muy especialmente de la Internacional Socialista, no puede consistir en otorgar certificados y etiquetas, sino en desarrollar una acción política de: identificación de los posibles componentes del futuro socialismo democrático y, a partir de aquí, impulsar el acercamiento, la discusión y la concertación entre todos ellos, sabiendo que esta labor exigirá tiempo y que sólo culminará bien en la medida que estos sectores sepan colaborar de manera preeminente en la afirmación de la nueva democracia en sus respectivos países.

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