Pandilla traviesa
Con los músicos ingleses de jazz no parece haber lugar para el término medio: o se aferran a las tradiciones hasta hacerse daño o las derriban irreverentemente de un manotazo y se ponen a jugar descuidadamente con los pedazos que les quedan. Ésta última parece ser la distracción favorita de Loose Tubes, una banda integrada por músicos que en su niñez debieron de sembrar el terror en sus respectivos barrios. Uno se les imagina tirando petardos a los pies de las ancianitas y atando botes a los rabos de los perros. Ahora que han crecido, sus pecados contra la música también son veniales.Faltas leves pueden considerarse su desprecio por leyes elementales y sagradas de la construcción orquestal, como la imprescindible separación de planos sonoros que las diferentes secciones de una big band deben proporcionar, o su desdén hacia un repertorio más jazzístico. Al final, todo se les perdona sin penitencia porque lo que cuenta es que sus excesos tienen el fin humanitario de divertir por vía directa y rápida, sin someter al público a sutiles y engorrosos ejercicios mentales.
Loose Tubes
Festival de Jazz de Madrid. Colegio Mayor San Juan Evangelista. Madrid, 26 de octubre.
En el escenario no cabía ni la cabeza de un alfiler. Allí estaban, milagrosamente, 21 músicos dispuestos a no dejar en mal lugar al productor de su último disco, Teo Macero, quien no ha tenido sonrojo en asegurar que Loose Tubes le recuerda a la orquesta de Duke Ellington. Se comprende que Macero quiera promocionar a sus muchachos, pero la comparación es tan odiosa como exagerada y, desde luego, totalmente infundada.
El concierto tuvo dos partes bien diferenciadas. En la primera, Loose Tubes se dedicó a mover pesadamente su masa instrumental sobre composiciones propias con referencias en el reggae y en pasacalles y canciones teatrales alemanas tipo Weill. Estos géneros tan específicos no resultan creíbles s no hay un Bob Marley o una Lotte Lenya para darles color y, menos todavía si se construyen siguiendo estrategias monótonas en las que la confusión y el desorden, el caos, juegan un papel primordial.
La incógnita se vio reducida a si el caos iba a estar al principio de la pieza, al final o iba a ocuparla de arriba a abajo. Hubo solos destacables, pero fueron habas contadas.
En la segunda, como se aproximaba el final, optaron por aligerar a toda prisa el repertorio, haciéndolo más bailable y cómodo. Entonces fue cuando se pudo ver a los Loose Tubes que todos esperábamos: juguetones, entrañables y divertidos.
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.