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EL CONFLICTO DE ORIENTE PRÓXIMO

Voces de paz recorren las arenas del desierto

Los saudíes hablan de solución, en EE UU se critica el despliegue y los kuwaitíes esperan

ROBERT FISK El aire del desierto se ha tornado fresco por la noche, y es ésta la estación de la duda y de la funesta certeza. El tiempo corroe hasta las mejores alianzas. En Washington, los estadounidenses cuestionan sus intenciones militares, pero insisten en que están dispuestos para la guerra. Los saudíes hablan de una solución pacífica, pero exigen una retirada incondicional iraquí de Kuwait. Los kuwaitíes observan a los halcones del desierto e interpretan su vuelo sobre su posible salvación, prudente decisión en una tierra de cambios bruscos en la temperatura.

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Jerusalén

Los comentarios de un príncipe saudí -sacados de su contexto y manipulados por varias manos- han conseguido suavizar el precio del petróleo y hacen una leve referencia a una traición a los norteamericanos son los hechos que se recuerdan después de largas semanas desde que Sadam Husein desencadenara la anschluss contra Kuwait el 2 de agosto. ¿Se han ablandado los saudíes? ¿Acaso los norteamericanos guardan segundas intenciones con su épico despliegue en el desierto? No es extraño, pues, que el líder iraquí se esfuerce por abrir la jaula a un mayor número de rehenes.Por supuesto que el asunto no es nada sencillo. El Gobierno saudí, por el momento, no hace nada por hacer concesiones a Sadam Husein. Cuando el rey Fahd solicitó la ayuda de EE UU conocía que apenas tenía posibilidades de dar marcha atrás, pero el concepto de "la suerte está echada" no tiene tradición alguna en, el mundo árabe. Para el presidente Bush, Sadam Husein es un Hitler redivivo; para el rey Fahd, es un dictador, pero también es un árabe. Siempre atentos a la deteriorada alianza entre Bush y los israelíes, los saudíes se dedican a hacer ejercicios de sutileza lingüística -algo relativamente cómodo en la siempre imprecisa retórica árabe- cuando hablan con los demás sobre los peligros de su vecino iraquí.

Un ejemplo

Un ejemplo clásico de lo anterior ocurrió el pasado fin de semana cuando el príncipe sultán Abdul Aziz, ministro de Defensa saudí, habló a los periodistas árabes en Riad. Los saudíes retrasason 24 horas la entrega de las declaraciones a la prensa occidental, pero un periodista de Qatar, citado por las agencias de prensa occidentales, llegó a sugerir que el príncipe -que no representa la política internacional de su país- aseguró que podrían concederse algunos territorios a Irak, a expensas de Kuwait, con el propósito de evitar la guerra. De hecho, lo cierto de su argumento fue que si Irak opta por negociar sobre el territorio en litigio previo a la invasión Arabia Saudí estaría dispuesta a apoyar tales negociaciones, porque cree que cualquier disputa se puede solventar de modo pacífico. Pero, al hablar ante un auditorio árabe, el príncipe prefirió elegir el término "una nación hermana árabe" para referirse a Irak, lo mismo que dijo -el pasado mes de agosto, al dirigirse a las tropas saudíes movilizadas- sobre "nuestros hermanos iraquíes". ¿Qué es lo que pretende este hombre?, se preguntan los norteamericanos, al referirse en tales términos amistosos a los seguidores del Hitler de Oriente Próximo.

El príncipe, de quien se dice que es experto en adular a los auditorios haciéndoles escuchar lo que quieren oír, también hizo mención al "derecho" de una nación árabe a reclamar un territorio o "una salida al mar", en clara referencia a la reivindicación iraquí sobre las islas kuwaitíes de Warba y Bubiyan.

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Las palabras del príncipe sonaron en Occidente a apaciguamiento saudí, lo que sorprendió bastante a los kuwaitíes después de las continuas declaraciones a favor de que se les restituya de nuevo su país.

Copyright EL PAÍS / The Independent.

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