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Las condiciones del orden mundial

El año 1990 podría representar en la historia el del advenimiento de un verdadero orden internacional. Setenta años después de la creación de una importante Sociedad de las Naciones, 45 años después del nacimiento de una Organización de las Naciones Unidas no mucho más eficaz, las cinco resoluciones adoptadas por ésta, entre el 2 y el 25 de agosto, suponen un cambio de rumbo fundamental. Y no por el rigor del contenido ni por la amplitud del consenso alcanzado, que no constituyen su elemento esencial -ya en textos anteriores puede encontrarse un estilo igualmente claro y una aprobación igualmente mayoritaria-, sino por el hecho de que las decisiones proclamadas disponen ahora de medios para ser aplicadas; ésta es la novedad fundamental.Sabido es desde hace tiempo que "ningún orden internacional es posible si los Estados más grandes pueden devorar a los más pequeños". Lo importante no es que el señor Bush y el señor Gorbachov hayan repetido al upísono esta verdad elemental, sino que su acuerdo haya cambiado las condicionesde aplicación. Si una organización internacional no dispone de fuerzas capaces que impidan a los depredadores la captura de su presa, todos sus, acuerdos son meramente formales. Y ésta ha sido hasta ahora la situación: los cascos azules no podían actuar sino a pequeña escala y en conflictos muy limitados.

Todo cambia, sin embargo, cuando la más poderosa nación del mundo está dispuesta a poner su espada en la balanza y cuando se le autoriza a hacerlo para asegurar la ejecución de las decisiones de la ONU. Ninguno de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad ha bloqueado con su veto las disposiciones sobre la aplicación del embargo. Todos han apeptado que la coalición militar encargada de llevarlas a la práctica esté prácticamente dominada por la enorme fuerza reunida con toda urgencia por Estados Unidos. Ésta es la verdadera revolución en el seno de una institución. que De Gaulle llamaba "el trasto ese".

El factor principal de este giro es, evidentemente, la perestroika s oviética. El hundimiento del comunismo totalitario, de Magdeburgo a VIadivostok, la aceptación por parte de los pueblos del Este de los valores de la democracia y del Estado de derecho, han permitido cambiar el conflicto de los dos grandes por un a alianza benéfica para ambos. También la actitud de China merece ser destacada. Tanto en la crisis del Golfo como en la guerra civil de Camboya, Pekín se está adhiriendo, paulatina y discretamente, a las posiciones ahora comunes a Occidente y a la URSS. Esta evolución diplomática, más fácil de alcanzar que la liberación interior, parece bastante sólida. China no está ahora amenazada por las oposiciones interiores que desembocaron en la represión de Tiananmen, y, sobre todo, su actitud se corresponde con el común interés de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU.

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Sadam Husein todavía no es Hitler, pues todavía no puede desencadenar una guerra mundial. Pero Irak empieza a encarnar el tipo de Estado que podría pronto sembrar el desorden y la muerte por todos los rincones del globo. Al disponer hoy de armas químicas y mañana de armas nucleares, es capaz de doblegar por el terror a muchos pueblos vecinos. Unos años más y podría trasponer la disuasión francesa del débil al fuerte para forzar a los Cinco a dejarle las manos libres. Muchos países del mundo están embarcados en procesos semejantes. Si no se bloquea de inmediato una evolución así, el siglo XXI corre el riesgo de ser aún más, sangriento que el XX.

El Consejo de Seguridad tiene, pues, la vocación de mantener el orden internacional en los años que se avecinan, pero no lo conseguirá si no sigue manteniendo la línea adoptada en agosto de 1990. Estados Unidos puede servirle de brazo secular en tanto la Comunidad Europea siga siendo una enana política y en tanto la URS S y China sigan trabadas por sus problemas interiores. Pero Washington deberá tener mucho cuidado en no rebasar el mandato, ejercido en nombre de las Naciones Unidas, para asegurar la eficacia de las decisiones de la organización. Sería catastrófico que no se consiguiera doblegar a Sadam Husein tras haber desplegado tantos medios en el intento. Un fracaso de la ONU y de los norteamericanos en una empresa como ésta permitiría a cualquiera que hiciera 16 que le diera la gana, con total impunidad.

Resulta, además, indispensable que la aventura de Irak sirva para prevenir o para curar .de un mal del que ahora hemos visto la primera manifestación. Resulta imperativo y urgente imponer el principio de no proliferación de armas nucleares con controles muy estrictos, y también la prohibición absoluta de las armas quimicas con idénticas verificaciones. Es necesario, asimismo, resaltar que, de ahora en adelante, todas las regoluciones del Consejo de Seguridad deben ser aplicadas.

La eficacia de la acción emprendida contra el golpe de fuerza de Sadam Husein exige que todas las fuerzas disponibles, militares y diplomáticas, se concentren en su objetivo. No deben quedar diluidas en un vasto empeño en el que se encontrarían dispersas y paralizadas. Pero debe quedar igualmente claro que una vez liberados todos los rehenes y sustituidas las tropas iraquíes por cascos azules de la ONU -durante un periodo transitorio, una conferencia internacional deberá tratar el caso de los palestinos y de los libaneses, que tienen derecho a una patria independiente con la misma razón que los kuwaitíes. Sólo puede imponerse el respeto a un orden internacional cuando todos los depredadores estén obligados a soltar su presa.

es catedrático de Derecho Político y Constitucional de la Universidad de la Sorbona y curodiputado por el PCI.Traducción: J. M. Revuelta.

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