El concierto de Guinjoan aplaca el vendaval
La orquesta Ciudad de Barcelona, dirigida por Edmon Colomer, concentró la atención a lo nuevo en una sola obra: el Concierto para guitarra y orquesta de Joan Guinjoan (Ruidoms, Tarragona, 1931). El resto puede considerarse repertorio, pues se trataba del Concierto para orquesta de Bartok y de las Danzas del ballet don Quijote de Robert Gerhard, una visión levantina del personaje, con leves toques populares siempre comprometidos para un mito tan antifolclorístico.
Como siempre, la orquestación de Gerhard es buena en esta obra escrita a comienzos de los años 40. Sin embargo, no representa las más importantes dimensiones estético-técnicas de un autor clave en el devenir de la música española contemporánea y que fue capaz de digerir, con lealtad permanente, tan diverso doble magisterio como es el de Pedrell y Schönberg. La versión de Colomer y los músicos barceloneses fue buena y, desde luego, superior a la del concierto bartokiano, que hubo de luchar contra los elementos: un fuerte viento que si en la montada avivaba el incendio, en la música traía y llevaba los sones y las partituras del músico húngaro cual si de plumas al viento se tratara.
Para Ignacio Rodes, un excelente guitarrista alicantino, cuyo último premio fue el Tárrega de 1985, y para Joan Guirijoan, el vendaval contuvo sus ínfulas, de manera que pudimos entrar en contacto normalmente -salvada la deficiente acústica-, con un valioso concierto para guitarra en el que el compositor ha sabido caminar con éxito sobre "el filo de la navaja". Que a esto equivale, más o menos, escribir para guitarra y orquesta cuando se desea, por una parte, comunicación amplia con el público y, por otra, fidelidad a las propias ideas y planteamientos estéticos.
Idónea
Resulta idónea esta solución de Guinjoan, moderna de lenguaje, lejana de tentaciones experimentales, sostenida por una armazón formal procedente de las estructuras clásicas y puesta al servicio de un repertorio ideológico de índole afectiva. Además, la impostación sonora de la guitarra amplificada en el conjunto de la orquesta no ofrece resquicio defectuoso en ningún momento, pues el fluir de la parte solista no se siente atacado, ni obstaculizado, por la intervención instrumental.La orquesta enriquece todas las sugerencias del solista en un juego de contrastes e identificaciones, de subdivisión del conjunto en pequeños grupos y de mantenimiento a lo largo de un continuo que por la índole de las ideas y los temas, llega a hacer de los diversos movimientos y secciones algo de fuerte coherencia. Ignacio Rodes tocó espléndidamente su parte, altamente virtuosística, y Colomer obtuvo de la orquesta Ciudad de Barcelona una colaboración ceñida y comprensiva.
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.