Los consejos de Juan Cuéllar
Regino Agudo debe buena parte de su triunfo en su segundo novillo a los consejos que a viva voz le daba su amigo el Patador de toros Juan Cuéllar. Este es apoderado por el padre del novillero, al que está muy agradecido, pues le sacó de la nada y confió ciegamente en él. Cuéllar, de paisano, se pegó a la barrera y por su boca manaban sabias proclamas a las que Agudo prestaba oídos abiertos a tope.También el coletudo ponía de su parte en la arena, pues aunque no siempre diqueló las condiciones de su enemigo, y al conjunto de su faena le faltó unidad, brilló con un par de series de naturales ligados en un palmo y abrochados a la perfección con el pase de pecho. Hasta el propio Cuéllar las jaleó, satisfecho de su improvisado alumno. A excepción de estas series, Agudo demostró más clase y sentimiento en adornos y trincherillas que en las suertes fundamentales.
Tabernero/ Milla, Agudo, Heras
Novillos de Alipio Pérez Tabernero, bien presentados, aunque gachos y brochos, de juego desigual. Luis Milla: media tendida (oreja); pinchazo y estocada caída (dos orejas). Regino Agudo: pinchazo bajísimo (silencio); estocada caída (dos orejas). Miguel Ángel de las Heras: bajonazo y dos descabellos (vuelta); estocada saliendo perseguido y cuatro descabellos (silencio). Plaza de Aranjuez, 2 de septiembre. Primer festejo de la feria del Motín. Un tercio de entrada.
El novillero posee el preciadísimo y escaso don de ser un diestro con grandes inclinaciones a lo artístico, como demostró igualmente en algunas verónicas con las manos muy bajas a este bravo enemigo, pero también a veces le pueden la jinda y las indecisiones.
Así ocurrió con el distraído segundo, un mansote que necesitaba mando y entrega, dos cualidades ayunas entonces en Agudo. Antes de vengarse del bicho, atizándole un alevoso tizonazo de horror, Agudo miraba con cara de pena y pidiendo árnica a su padre, quién se encontraba en el callejón y se encogía de hombros. Parece que Cuéllar es mejor consejero.
Reposado y dominador
La actuación más completa fue la de un reposado y dominador Luis Milla, pese a lo poco que actúa. Se embraguetó en verónicas y lances a pies juntos y ganando terrero frente a los dos bicornes, a los que banderilleó desigual. Embebió con la pañosa el fuerte celo del primero en una labor ligada y templada, de la que sobresalió su clasicismo. El celo del cuarto era escaso y Milla practicó un toreo extractivo, menos ortodoxo, pero atemperado a la condición de animal.El más flojo de los tres diestros fue Miguel Ángel de las Heras, que debutaba con picadores en su tierra. Se le notó que está verde y sobró sorullo a sus faenas, siempre valientes, pero de pases al aliguí. Lo compensó con la brillantez de todos sus pares de banderillas, realizados asomándose con mucho riesgo y clavando los palos muy reunidos en lo alto.
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