_
_
_
_
GUERRA EN EL GOLFO

La última frontera de Irak y Kuwait

Jordania, un coladero del bloqueo a Sadam Husein y única salida para los extranjeros

ENVIADA ESPECIAL El puesto fronterizo de Al Ruwaished es la muestra más clara del agujero que tiene el embargo dictado por Naciones Unidas contra Irak y el bloqueo decidido por Estados Unidos, que está dispuesto a imponerlo incluso recurriendo a la fuerza. Los 950 kilómetros que separan Ammán de Bagdad forman una singular ruta de camiones cargados de todo tipo de mercancías hacia Irak y coches con matrícula kuwaití repletos de gente y maletas, que caminan alocadamente hacia el fin de su sueño de ahorro y bienestar.

Más información
La huella de Lawrence de Arabia

"Llegué en camiseta y en camiseta salgo", afirma Salam Ayaz, un libanés de 54 años que pasó 31 en Kuwait trabajando como albañil. A Salam le silba la lengua entre los huecos de los dientes perdidos cuando dice que todos sus ahorros se los quedaron los bancos kuwaitíes. No ha podido sacar ni un dólar y viaja con el puñado de cosas que pudo recoger.Su familia ya está en Líbano, tuvo la suerte de haberla enviado de vacaciones en julio pasado. "No compré casa porque los extranjeros no teníamos derecho a la propiedad. No nos trataban como a árabes, pero era el único dinero seguro que había. Ahora todo está perdido", concluye.

Al Ruwaished, el último puesto fronterizo jordano, está a 70 kilómetros de la frontera propiamente dicha. Sus casuchas medio deshechas parecen sacadas de una película del Oeste. Las gentes que la inundan, en muchos casos, emprendieron hace cuatro días su fuga de, Kuwait. El Gobierno iraquí les dijo entonces que todos los trabajadores emigrantes en Kuwait podían irse del país anexionado si lo querían. Un éxodo inimaginable se inició en ese triángulo del golfo Pérsico con las segundas mayores reservas de petróleo del mundo.

Casi todos los que vuelven son egipcios, y su Gobierno ha optado por enfrentarse claramente a Irak. Naser Mohamed, de 30 años, asegura que soldados irquíes entraron en la tienda de vídeos y casetes donde trabajaba, y con sus fusiles destrozaron los escaparates, pegaron al dueño -"por supuesto, un kuwaití"- y se llevaron todo lo que había en la tienda.

Los ahorros de Naser, como. los de todos, se quedaron en el banco, y el preciado vídeo y la televisión que traía se los confiscaron en la frontera. "Se quedan con todos los aparatos eléctricos, sin darnos la más mínima explicación. Simplemente nos los roban", afirma.

Mientras Naser habla, otro egipcio enfadado grita que en los tres días que ha esperado. para cruzar el puesto fronterizo iraquí no le han querido dar agua caliente para preparar el biberón de su hija de seis meses. A sus lamentos se unen los de otros muchos compatriotas que protestan por la rudeza de los militares y de los aduaneros.

Un policía furioso

"No le he dado un golpe porque es una inujer", grita un policía al que tratan de calmar otros al sorprender a la enviada especial de EL PAÍS mirando, para descubrir el país al que pertenecían, hacia los cientos de pasaportes verdes que se amontonaban en el suelo y en grandes bolsas de plástico en un cuarto de la aduana. "Por favor, váyanse. Estarnos todos muy nerviosos y aquí ya no se obedecen ni las órdenes de los superiores", dice otro policía Talisin Ojeili, un sirio nacionalizado español que dirige el centro cultural español y que se ofreció a "espantar las dificultad".

La policía se pone tan agitada porque de pronto se hace público que las autoridades jordanas confiscan los pasaportes de todos los árabes que entran a través de esa frontera y sólo se los devuelven en el punto por donde vayan a abandonar Jordania. Con ello se evita que alguno de los emigrantes trate de quedarse a trabajar en este país, con un 45% de la población palestina.

Desde el domingo pasado cruzan diariamente el puesto unas 5.000 personas, casi todas árabes, aunque, como ayer, también había un grupo de 16 checoslovacos que habían trabajado en Irak y volvían a casa porque había terminado su contrato, y dos autobuses llenos de asiáticos.

La policía está cansada de unas gentes que están agotadas de esperar durante días en mitad del desierto a que Irak les dejase salir. Superado el primer problema, se encuentran con la burocracia jordana, y aquello más parece una jaula de grillos que un trámite aduanero. Para muchos, el que sólo les devuelvan el pasaporte en el puesto de Aqaba, antes de embarcarse hacia Egipto, es tan injusto como el trato recibido de los iraquies.

En general, quienes huyen aseguran que no han sido molestados por el Ejército iraquí pero que la tensión produce tal inseguridad que prefieren volverse a sus países aunque dejen detrás lo poco que habían conseguido.

Para Sala Daha, un sudanés de 38 años que trabajaba como sirviente en el palacio del depuesto emir kuwaití, fueron las colas las que acabaron su paciencia. "Me voy a Egipto. No aguanto esas colas interminables para comprar todo, desde el pan hasta la gasolina. Además, allí huele cada vez más a pólvora". El sentimiento de que se aproxima una guerra de incalculables consecuencias es una de las principales razones de este éxodo masivo.

Dalia asegura que la noche del 2 de agosto las tropas iraquíes entraron con auténtico sigilo y sorprendieron a la población. "En palacio hubo un intenso tiroteo entre la guardia y el Ejército iraquí. La mitad de la residencia ha quedado destruida", añade, y destaca que no vio fugarse a su máximo jefe.

Por en medio de esta riada de gente se empeñan en pasar los camiones cisterna cargados de petróleo iraquí dedicado al consumo jordano. El 95% de todo el crudo que utiliza este país, que no es productor, procede de Irak, y el restó llegaba de Kuwait.

De momento, y como ha dicho el príncipe heredero, Hasan, la ONU concede 30 días de consulta antes de hacer obligatorios sus compromisos, y Ammán parece dispuesto a tomárselos e Irak a beneficiarse, como demuestra la larga hilera de camiones que estos días transportaban coches, trigo, azúcar y miles de productos varios hacia el vecino país. Incluso, en esa dirección marchaban dos vehículos militares con carros de combate, pero no se pudo saber si eran para el Ejército jordano o el iraquí.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_