_
_
_
_
Tribuna:TRAS LAS HUELLAS DE OCTUBRE
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

La edad de oro

En 1930, año del suicidio de Malakovski, Shostakovich compuso el ballet La edad de oro. Curiosa coincidencia. El mismo año, Luis Buñuel sorprendía con una corrosiva película de idéntico título. Dentro de Rusia, la ilusión de una edad de oro en la creación plástica, tras Octubre, estaba dando sus últimos coletazos. La música no tuvo un protagonismo destacado, en comparación con el arte o el cine, pero participó en el espíritu de cambio. En el exterior, Stravinski o Diaghilev contribuían, junto a Picasso o Buñuel, a la agitación cultura¡ parisiense. Prokofiev aún no había regresado a su país; el retorno le traería complicaciones; Shostakovich colaboraba con Rodchenko, Meyerhold y Malakovski. Tras la censura de la ópera Ladi, Macbeth de Minks, en plena represión de Stalin, comenzó su carrera de obstáculos.La obsesión por la difusión, por el didactismo, marcaba la música. En la primera mitad de los años 20 coincidían en Rusia la Asociación de Músicos Proletarios, cuyo objetivo fundamental era promover un arte comprensible para las masas, y la Asociación para la Música Contemporánea, más preocupada por problemas de lenguaje formal. Sus fines y planteamientos eran antagónicos. De la primera derivarian unos hábitos de escucha notables en la población, la segunda agruparía los compositores cuyas obras se han mantenido con el paso del tiempo.

Más información
13 años de furia

Fascinación industrial

Eran años de fascinación industrial. Los mecanismos productivos y la electrificación llegaban a las creaciones musicales. El mensaje empezaba en los títulos: Paso de acero (1925), de Prokoviev; Fundición de acero (1926), de Molosov; Hielo i, acero ( 19 3 0), de Deshevov. Y Shostakovich componía El tornillo ( 1931).

El sinfonismo era la forma musical más idónea para las aspiraciones del poder, a ser posible con coros que entonasen textos ejemplares, alguno del propio Maiakovski. "Obras fuertes, rectas y precisas", como le gustaba decir del arte a Tristán Tzara en 1918, para a continuación añadir y eternamente incomprendidas". La incomprensión en la Unión Soviética vino desde el poder, no desde la sociedad. Shostakovich, que había afirmado a principios de los 30 la imposibilidad de la existencia de la música sin ideología y había denominado sus primeras sinfonías Octubre o Primero de Mayo, era acusado en Pravda de producir caos musical", mientras se recomendaba sin vacilación que, la autoría teatral debe evocarnos la gran ópera tradicional, y la música sinfónica ha de ser clara y explícita, simple y directa".

Ahora, las cosas son muy distintas. La electrificación de la Unión Soviética ha servido de tema al compositor N. Osborne y al director de escena P. Sellars para uno de los montajes de ópera más revulsivos del Reino Unido a partir del estreno en Glyndebourne. Mientras, Gubaidulina, Schnittke, Denisouv y otros destacados compositores de la nueva generación soviética ponen su bella música al servicio de objetivos más abstractos.

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
Recíbelo

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_