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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Un IPC circunstancial

EL CRECIMIENTO nulo del índice de precios al consumo (IPC) correspondiente al mes de mayo ha confirmado las expectativas moderadamente favorables que existían sobre el comportamiento de la inflación en este mes, situando su tasa interanual en el 6,8%, frente al 7,03% de abril. El índice correspondiente a la inflación subyacente (excluidos los alimentos sin elaborar y la energía) registró la tasa de crecimiento más baja del año, 0,4%, aportando una tasa interanual del 6,7%, frente al 6,99% de abril.El crecimiento negativo, en un 2,1 %, de los alimentos sin elaborar ha sido la principal contribución a este favorable IPC, manteniendo la moderada tendencia de meses anteriores. El capítulo de alimentos elaborados, por su parte, creció en un 0,1%, confirmando también la desaceleración que viene experimentando desde julio, lo que es muy significativo, ya que el pasado año contribuyó de modo decisivo al repunte de la inflación. Las causas que parecen determinar esa contención están fundamentalmente vinculadas al descenso de sus precios en los mercados exteriores, en un contexto de apreciación del tipo de cambio de la peseta favorable a la importación de este tipo de bienes.

Más información
El IPC de mayo rebaja la inflación anual al 6,8%

Ese impacto deflacionista de la competencia exterior sirve igualmente para explicar la contención en otros capítulos de bienes y la dificultad para hacer lo propio con los precios de los servicios (responsables de más de una tercera parte en la elaboración del IPC) protegidos de esa competencia de las importaciones e insertos en estructuras de mercado, en general, poco eficientes. Sin embargo, no conviene echar las campanas al vuelo, ya que las dificultades para. que la inflación siga bajando en España siguen estando presentes: el mantenimiento de una demanda interna todavía muy intensa, el práctico agotamiento de las posibilidades de apreciación de la peseta frente a las monedas de nuestros socios comunitarios y la eventual transmisión a los precios de los incrementos salariales registrados en los primeros meses del año constituyen amenazas que únicamente se pueden compensar con un empeoramiento relativo en la evolución de los precios en los países comunitarios en los próximos meses.

Las tensiones inflacionistas que subyacen en nuestra economía, independientemente de su mayor o menor contención coyuntural y del impacto relativamente favorable que incorporarán los precios energéticos como consecuencia del mantenimiento de los precios de las gasolinas desde hace un año, son hoy tanto más preocupantes cuanto más agotadas parecen estar las convencionales actuaciones de política económica. Esas tensiones han sobrevivido a una amplia batería de actuaciones macroeconómicas antiinflacionistas: restricciones monetarias, racionamiento crediticio, penalización a la financiación crediticia en divisas, y a la consiguiente apreciación de la peseta. Conscientes de su agotamiento y de los adversos efectos secundarios de algunas de esas restricciones, el Gobierno se está viendo obligado a desempolvar una política de rentas, más o menos revestida con eufemismos, que por sí sola no eliminará las excesivas ineficiencias presentes en algunos sectores de nuestra economía con un importante protagonismo en la evolución de los precios.

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