_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Un camino diferente

Hace un año, la primavera de Pekín abrió el ciclo de revoluciones en el Este. Pero fue la única que fracasó. El estallido prematuro del movimiento explica en parte su muerte, aunque igualmente razones culturales, políticas y tácticas pueden aclarar el porqué del fallido camino chino hacia la democracia. Por empezar, cabe destacar la amnesía de los movimientos democráticos chinos. En 1957, 1976, 1978-79 y 1986-87 hubo ya eclosiones primaverales, pero en cada ocasión los portavoces de la disidencia parecían haber olvidado las luchas de sus predecesores. Incluso en 1989 pocos fueron los que recordaron la existencia de prisioneros encerrados desde hace más de 10 años por haberse alzado contra el despotismo. En Hungría, Checoslovaquia o Polonia, en cambio, las luchas las llevaron a cabo personas con amplia experiencia en las reacciones del régimen ante los desafios que pudieran lanzársele.La falta de referencias en China no fue sólo histórica, sino también geográfica. Para un europeo del Este, el dilema que se plantea es el de cómo integrar un modelo que ya existe y que parece al alcance de la mano: el de la economía de mercado de Europa occidental. Para un chino, mal informado sobre el mundo exterior, el modelo es confuso, y nadie relativamente serio puede evocar el "sueño norteamericano" o la perestroika soviética más que como meras metáforas. Los movimientos de Europa del Este fueron antiutópicos, mientras que la comuna de Pekín se vio constantemente arrastrada por la lógica de ideales globales y sintió la permanente necesidad de construir símbolos, y no de destruirlos.

Más información
La policía conmemora Tiananmen apaleando periodistas

Para un occidental, la diosa de la democracia puede tener valor de desafío; para muchos chinos, se trata de una tentativa de integrar dos ideales en el mismo espacio: el de la nación y el de la libertad. Y en cierto modo la tragedia del año pasado abrió ese camino confiriendo al movimiento democrático sus credenciales para incorporarse de pleno derecho a la historia china.

La magnitud del acontecimiento hará no sólo imposible el olvido de sus sucesores, sino que figurará además en los anales de la convulsionada marcha del país en el siglo XX.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_