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Los simios del baobab

, El escritor Félix de Azúa (Barcelona, 1944), que se considera discípulo de Agustín García Calvo, con quien convivió en París durante tiempo, ha quedado finalista del premio con la obra El aprendizaje de la decepción (Editorial Pamiela), recopilación de artículos publicados a lo largo de M años.

Azúa define el texto como un manual para aprender a decepcionarse". "A partir de los 25 años, decepccionarse es inevitable, pero ocurre que no existe ninguna escuela de la decepción. Así las cosas, se corre el riesgo de decepcionarse mal, lo cual lleva a la persona a transformarse en súbdito, cliente, espectador, hincha, militante".

Por el contrario, según Azúa, la decepción bien aprendida conduce a la formación "de ciudadanos en lugar de súbditos; de gozadores -qué pocas palabras existen en castellano para este concepto- en lugar de clientes; de jubilosos en lugar de hinchas; de creadores en lugar de espectadores". En definitiva, una lucha contra el hombre en tanto que "producto": "Si la persona antigua respondía de sus opiniones con el cuerpo, el actual producto no responde con su cuerpo sino con la mera desaparición de los medios [de opinión]: con su muerte inmaterial. Ya no es preciso matar, torturar o encarcelar a los opinantes corporales; basta con eliminarlos del listado o de la programación. En tanto que productos, si carecen de venta, no existen", escribe.

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El autor se declara sorprendido por la homogeneidad de los artículos de su propia recopilación: "Me parecen de una insistencia absolutamente pelmaza. Todos los artículos dicen lo mismo. Lo que ocurre es que, una vez publicados, me permiten cambiar de opinión".

Muchos simios

Se declara contento de que el Premio Nacional de Ensayo haya sido concedido a su maestro, Agustín García Calvo: "Su filosofía es como la copa de un árbol enorme, un baobab donde hemos vivido y vivimos cantidad de simios. Algunos se han bajado del árbol porque creen que hay árboles mejores; otros han hecho allí su nido; otros aún se dedican a romperle ramas; y finalmente, otros, entre los que me gustaría contarme, se dedican a ver el panorama desde esa altura".

Para Azúa, García Calvo es el pensador número uno de este país y quizá de algunos más". Y si hasta ahora tal preeminencia no le ha sido reconocida es "porque ha vivido al margen de la vida social, al igual que Rafael Sánchez Ferlosio". "Estropear la siesta a los trepadores es algo que no se perdona", concluye.

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