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Del pesimismo de Fukuyama y otros pesimismos anteriores

Frente a la tesis de Fukuyama de que con el fin de la historia llegará el aburrimiento, y a las profecías de un mundo sin letras de Fahrenheit 451, las sociedades actuales conocen una estratificación que no permite pensar en un mundo feliz. No caben actitudes de abandono mientras se mantenga vigente la frase de Anouilh en La salvaje: "Siempre habrá un perro apaleado que me impedirá ser feliz".

De nuevo el informe de F. Fukuyama aparece cargado de interesantes motivos de reflexión. Voy a referirme ahora, retomando el final dé mi anterior artículo, a su párrafo final, aquel en que nos previene consentimiento de que el fin de la historia será un tiempo muy triste, con una perspectiva de siglos de aburrimiento".Tal afirmación, que resulta terriblemente preocupante, es posiblemente arriesgada. Y lo es porque, como ya adelantábamos, el fin de la historia, la homogeneización de las estructuras de los sistemas políticos de los países tecnológicamente avanzados, no necesariamente debe llevar aparejado el final de la historia humana, de los individuos y de las sociedades que los integran. Y ello por dos razones: que el avance científico y tecnológico no puede detenerse, lo que entrañaría gravísimas consecuencias de todo tipo; y, en segunda instancia, porque las sociedades, lejos de ser perfectas, conocen implicaciones patológicas de todo orden.

El cálculo económico, la interminable resolución de los problemas técnicos, la preocupación por el medio ambiente y la respuesta a las sofisticadas necesidades del consumidor, planteadas por Fukuyama, no surgen de la nada. Pasan, necesariamente, por un proceso previo de creación, de investigación en todas y cada una de las ciencias, de avance cultural y de perfeccionamiento de los sistemas de información e intercomunicación humanos.

Dice Fukuyama que en la era poshistórica no existirán ni arte ni filosofía. Es cierto que esta última, en sus aspectos lógicos y ontológicos está siendo desplazada por la física teórica, la astrofísica, las matemáticas, la inteligencia artificial, la cibernética y la moderna biología. Pero tiene como suyo el campo de la ética y todo aquello que establece las relaciones entre "el yo" y 'los otros". De la misma forma, el arte y la literatura continúan siendo la forma principal de intercomunicación humana y columna vertebral de la articulación, del placer intelectual y de estructuración de un ocio inteligente. Aunque no es menos cierto que la producción literaria y el hábito de lectura, como forma principal del ocio, ha descendido a partir de 1950 en España y en el resto del mundo, estamos todavía muy lejos del mundo sin letra impresa que pronosticara.. Bradbury en. su Fahrenheit 451. Contrariamente, el arte, en todas sus manifestaciones, ha conocido en las últimas décadas un proceso de extensión a todas las capas sociales, desbordando a las élites tradicionalmente monopolizadoras de su disfrute.

Grandes ciclos

Pero hay más. Superada la crisis económica de mediados de los setenta, y en el inicio de una nueva fase expansiva, bueno sería recordar la teoría de los grandes ciclos del menchevique ruso Kondrátiev. Aunque el mismo no explicó las razones de la alternancia entre las fases expansiva y depresiva, comentaristas posteriores señalaron dos razones: la necesaria adaptación a las nuevas tecnologías productivas y la relación investigación cientifíca-desarrollo tecnológico. Y es que son las grandes teorías científicas fruto de un procesa de acumulación de la actividad investigadora durante un período necesariamente largo, los responsables y propiciadores de un avance tecnológico que ha de agotarse si no recibe de nuevo el gran impulso de la actividad creadora. No hay, pues, avance tecnológico si no es sobre la base de la creación; de la especulación e investigación. científica y cultural en todos los órdenes. Una era poshistórica "aburrida" conduciría a la obsolescencia, a la detención del progreso y, como consecuencia, a una fase de depresión y colapso económicos. Algo que, evidentemente, no va a suceder. Finalizar esta reflexión señalando que a nadie escapa la importancia que para el avance científico-tecnológico ha supuesto, lamentablemente, la investigación militar. Reconvertir esta ciencia de guerra en ciencia de paz y para la paz debería ser la principal preocupación de los Estados avanzados en el principio del fin de la historia y en la poshistoria.

Volviendo al tema del hombre y sus sociedades, tampoco cabe augurar el final del altruismo y del idealismo, ni de las ideologías en organizaciones sociales profundamente injusta!. Aparte de las patologías que ya señalaba en el capítulo anterior, existen dos fenómenos preocupantes que deben ser motivo de reflexión: la interiorización de los individuos y sus familias en sus hogares, generando formas de vida ayunas de intercomunicación humana y por tanto asociales, y la estratificación social sobre bases económicas y culturales.

En el primer caso el fenómeno es dual y con planteamientos antitéticos. El trabajo en casa, frente a la pantalla del ordenador, el ocio exclusivamente televisivo y la mecanización de los sistemas bancarios y de pago son las formas clave a través de las cuales se articula la asociabilidad. Por el contrario, los viajes por el propio país y al extranjero, la asistencia a espectáculos masivos, la recuperación de las calles y las plazas, el copeo noctámbulo y las tertulias de fin de semana van justamente en la otra dirección. Es obvio que desde las instituciones la forma de articular la cohesión social hace necesaria la potenciación de la intercomunicación e interrelación humanas y la articulación de un ocio cultural inteligente.

Motor de la historia

Fukuyama señala, con razón, la superación de las viejas concepciones referentes a las clases sociales y la pérdida progresiva de los enfrentamientos de clase contra clase como motor de la historia. Pero no es menos cierto que las sociedades avanzadas actuales conocen una estratificación que pulveriza el igualitarismo y que recuerda peligrosamente al mundo feliz de A. HuxIey. Estratificación simultáneamente planteada desde parámetros económicos y culturales. Los alfa, beta y gamma de la utopía pesimista de HuxIey podrían ser sustituidos por cinco o más estratos uno superior, detentador de la cultura en grado máximo y de la promoción cultural y científica otro constituido fundamentalmente, por ejecutivos, creativos del sector terciario y técnicos industriales; otro, por técnicos medios y obreros especializados otro, por trabajadores no especializados, y, finalmente, un estrato marginal, excluido por igual de la cultura y del proceso productivo.

Este planteamiento conduce a una sociedad ¿feliz? -si es que la felicidad puede basarse en la injusticia- terriblemente desajustada e inestable y generadora de rencores profundos en los individuos que adquieran conciencia de su injusticia. Recordar a Sartre cuando afirmaba que la conciencia de la clase se adquiere precisamente cuando el individuo constata que pertenece a una clase -estrato- y que no puede salir de ella. Frente a este planteamiento, parece claro que un posicionamiento de izquierdas debe luchar por erradicar la marginación, conseguir para todos los ciudadanos una vida digna y saludable y lograr que el proceso educativo a todos sus nivveles y el disfrute cultural sea accesibles a todos sus ciudadanos.

La marcha de la historia en sus aspectos culturales, artísticos y científicos debe continuar. Las sociedades deben avanzar también generando hombres cada vez más libres, iguales, solidarios, cultos, inteligentes y felices. En tanto que ese ideal no se consiga, los hombres sensibles con una ideología de izquierdas vamos a seguir luchando. La injusticia es un ataque frontal a la ética y a la estética. Algunos somos los que todavía sentimos en lo profundo aquella frase maravillosa y certera de J. Anouilh en La salvaje: "Siempre habrá un perro apaleado que me impedirá ser feliz".

Juan Barranco es senador y portavoz del Grupo Municipal Socialista Madrid.

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